viernes, abril 25, 2008

Nivel de la capacitación técnica indú

Angel Villarino, corresponsal en Bangalore de El Confidencial, escribe sobre el nivel de conocimiento y habilidad técnica de los ingenieros indúes, es decir, de aquellos formados en el sistema educativo indú, moderando el reconocimiento a su calidad. Coincide con muchas otras referencias, sea de análisis especializados, como de los comentarios frustrados de muchos operadores de proyectos de outsourcing, y aún de técnicos que debieron colaborar en equipos de trabajo con su contrapartida en la India.
En resúmen, las observaciones de Villarino apuntan que, si bien es innegable la calidad de los profesionales de primera línea, no es igualmente sobresaliente el resto, o la media, sea por falta de recursos en los establecimientos, o sea por la calidad irregular del conjunto de las instituciones.
Debe dejarse a salvo, de todas formas, que aunque el promedio no sea brillante, sigue siendo un logro muy grande el cambio general de la calidad de los recursos humanos indúes.
Qué dice Villarino
Sobre la relevancia de los recursos de primera línea:

Contaba el otro día Martin Fackler, corresponsal del New York Times en Tokio, que el modelo educativo indio está cada vez más de moda en Japón. En un país que vive a golpe de tendencia, señalaba Fackler, los japoneses han pasado de despreciar todo lo que llegase de otra nación asiática a hacer cualquier esfuerzo con tal de mandar a sus hijos a una escuela india. Buscan, al parecer, una educación menos rígida pero más consistente y una inmersión en el inglés, uno de los grandes déficits japoneses. La observación es aún más curiosa si tenemos en cuenta que Japón es la segunda economía del mundo e India el subcontinente donde viven más pobres del mundo.
Sobre el relumbre de la educación india hay más datos: el 12% de los científicos de Estados Unidos son indios, al igual que el 32% de los matemáticos de la NASA. Y aunque en otros listados internacionales las universidades indias ni siquiera se citan, un reciente estudio comisionado por Washington aseguraba que la formación científica india ha alcanzado ya el tercer puesto en el ranking mundial. Algunas universidades de prestigio, como la London School of Economics están abriendo centros en India para reclutar estos talentos.

Una característica: los institutos más destacados son del estado, con una escasez correlativa de recursos:
La primera sorpresa que me llevé es que la buena parte de las universidades e institutos tecnológicos de prestigio no son privados, sino que están sostenidos por el Estado, que dedica grandes recursos y becas a la formación universitaria.
(...) Profesores y alumnos (autóctonos y extranjeros) están allí convencidos de poder competir e incluso superar a las mejores universidades americanas, chinas o británicas. Al menos a nivel teórico. Otra cosa distinta es la investigación, donde los indios, por falta de presupuesto, se suelen quedar atrás en las carreras científicas a no ser que salgan al extranjero. Visitando algunos laboratorios entendí mejor de lo que hablaban: se parecían más a las aulas científicas de cualquier instituto español que a lo que uno se espera encontrar en un puntero centro de investigación. Y según me comentaron, el sueldo de los profesores raramente superaba los 600 euros.
Un aspecto estratégico, y muy unido a la historia de la India, es la persistencia de la desigualdad de posibilidades entre la población pobre y las clases medias y altas, particularmente la burocracia estatal:
Nirmal Singh, una veterana profesora de la Universidad de Nueva Delhi y experta en modelos educativos a la que entrevisté en la capital, explica el éxito de los universitarios indios hablando del empeño con el que se entregan los alumnos (...); y de la apuesta que hizo el Gobierno de Nehru en los años 50 y que después se fortaleció en los 90 con las aperturas liberales: copiando el espíritu británico, tan presente aún en India, se decidió formar élites capaces de competir a nivel internacional, aún a costa de descuidar la enseñanza básica y no extenderla al resto de la población.
Esto explicaría cómo la India de los contrastes es capaz de exportar paladas de ingenieros al extranjero a pesar de que un 39% de la población, sobre todo en zonas rurales, aún no sabe leer ni escribir. Los datos de alfabetización contrastan, por ejemplo, con los de China, donde los analfabetos son menos del 9% y casi todos ancianos.
En el más que decente campus de la Universidad Nehru de Nueva Delhi, la más grande y barata del país, donde acuden los estudiantes de las regiones más pobres, la mayor parte de los estudiantes con los que hablé eran hijos de funcionarios, todos becados. La observación parece confirmar otra de las impresiones de India de las que casi nunca se habla: el enorme clientelismo y corrupción administrativa que sigue marcando la vida pública del país.
Finalmente, Villarino comenta un aspecto sobre el que aquí ya se ha hablado: el florecimiento de nuevas instituciones privadas, crecidas a la sombra de la demanda de profesionales, en general de menor calidad:

Con el clásico triunfalismo que adoptan los políticos y administradores indios, su versión de los hechos es como en todo triunfalista y se tienen aprendidos de memoria unos cuantos datos. A saber: en las cerca de 400 universidades científicas indias de prestigio se gradúan cada año 200 mil ingenieros, 300 mil matemáticos, químicos y físicos y salen 2 mil graduados con el codiciado PhD. India forma diez veces más ingenieros cada año que los Estados Unidos o la Unión Europea.
"Sí, pero de todos estos el 60% no están preparados. Los mejores se los llevan las grandes empresas o las universidades, o se van al extranjero. Algunos de los que nos llegan tienen un nivel que en España se alcanza con un curso de formación profesional", me decía Jesús Llorente, un inteligente empresario español con cinco años de experiencia en Bangalore que ahora dirige una compañía dedicada a Recursos Humanos.
La explicación que me dieron algunos empresarios y analistas con los que hablé es que muchos de estos diplomados que a ojos de Llorente no dan la talla consiguen sus títulos en las cientos de universidades privadas baratas (las hay excelentes, pero más caras) que están brotando por todo el país a un ritmo sólo comparable al de China. Es decir, las empresas de todo el mundo están viniendo y muchos de los cerebros se están marchando, así que existe una demanda de ingenieros y científicos, un mercado perfecto para universidades de dudosa reputación que el Gobierno apenas controla.
El consejo con el que concluía Llorente es que, si alguien tiene pensado contratar a un ingeniero, científico o informático indio, se informe un poco antes de dar el paso. "No hay tantas gangas como se dice", reconocía.

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