domingo, abril 23, 2023

Expatria


Carolina Sanin, respondiendo a preguntas de Eugenio Monjeau, en Seul (¿cómo es ser colombiano y haber vivido en otro país como Estados Unidos? ”)

Fui extranjera durante 15 años y cansa sentir que debes corresponder –o que, a los ojos de los demás, de hecho correspondes– a una imagen básica y fija de tu identidad regional, y que se supone que no entiendes del todo (o que entiendes de un modo incomprensible y secundario para los locales) lo que pasa a tu alrededor. Ser extranjero es estar determinado por una imagen y por una lejanía. Es estar ausente. Y, por lo tanto, es estar haciendo siempre un papel –que es adicional a todos los demás papeles que estamos haciendo siempre por ser humanos–; es ser un personaje del personaje, doblemente derivado, lo cual te aleja más de ser el autor; de ser tu propio autor. Además, si eres extranjero del tercer mundo en el primero, la condescendencia (o, más precisamente, la lástima) y la sospecha están siempre mediando tu relación con los locales. O a lo mejor me engaño, y es lo contrario, y ser extranjera podía llevarme a cierta integración y a cierta pureza de ánimo que no conseguiré mientras viva donde nací. (Después de todo, o mejor, antes de todo, nos hemos dicho que los humanos somos extranjeros, exiliados, expulsados de un jardín). Por último, me pregunto si la política identitaria no hace que todo el mundo se sienta extranjero y sea extranjero en su propia vida. Sería interesante explorar para mí qué es ser de donde soy. Qué significa en mi turbulencia y en mi extravío ser de Bogotá, de un altiplano sobre los Andes, de una ciudad horrorosa. Y cómo aceptarlo y vivirlo podría sosegar mi pensamiento, asentarlo finalmente. Y qué significaría separar el pensamiento del viaje.

La fotografía: De Carlos Duque - The author provided these works via archive transfer and authorized its use in Wikimedia Commons., CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=126463765


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