domingo, marzo 18, 2007

Una opinión sobre el estado de la sociedad argentina

Remito al editorial de La Nación sobre la prepotencia en la sociedad argentina publicado hoy. Reune elementos que están diariamente en la sociedad, y los califica. El grado más alto de prepotencia se sigue reflejando en la inseguridad jurídica que siguen mostrando sus instituciones (el caso del conflicto en la gobernación de La Rioja es quizá el caso más reciente, sin hablar del trasfondo de los cambios en la estructura del INDEC). Pero eso, indudablemente, no es posible si no tuviera raíces de dónde nutrirse. Una sociedad sana no admitiría desbordes, sino hasta el momento en que los sancionara. Pero una sociedad enferma es incapaz de advertir que hay un problema. Está lejano todavía el día en que Argentina sea capaz de explotar sus ventajas, construyendo la sociedad superior que vislumbran muchos que la visitan. Pero ese día puede no llegar nunca; la historia está plagada de casos de oportunidades perdidas...

La enumeración de conductas del editorial:
Quien carece de vivienda busca el primer terreno que le viene a la mano y se instala en él, mofándose del derecho de propiedad y de quienes pretenden que lo respete. Y si alguien -mandatarios judiciales, funcionarios, policías o dueños del terreno en disputa- logra desalojarlo, el usurpador organiza un piquete, cortando una ruta importante o un ramal de ferrocarril de tránsito permanente. Poco le importa perjudicar a uno o miles de sus semejantes, impedidos de llegar hasta sus trabajos o casas: ha impuesto su prepotencia. En suma, cualquier protesta, sea por lo que fuese, conlleva una demostración de la contemporánea cultura del piquete.
Los familiares de la víctima de un delito concurren -desde hace un tiempo hasta hoy en forma organizada-, al juicio del presunto autor del hecho. No disimulan que indebidamente lo han condenado de antemano y si no están conformes con el fallo del tribunal no vacilan en provocar un escándalo: en su particular concepto, les atañe inmiscuirse en la labor de la Justicia.
Miles de camiones de porte más que respetable ingresan todos los días en el área metropolitana. Cuando deben cargar o descargar se detienen donde más les conviene y mejor les place a sus choferes, burlándose de horarios y reglamentaciones vigentes. Poco les importa si le provocan molestias al resto del tránsito: se han apropiado de la vía pública.
Entretanto, los automovilistas acostumbran estacionarse "en segunda fila" los sábados. Encienden las luces intermitentes y ni siquiera se fijan si entorpecen el paso o si quienes vienen detrás tienen que efectuar riesgosas maniobras para eludirlos. Es más: cualquier reproche que se les hace, muchas veces, obtiene por respuesta un insulto.
Ultimamente, los docentes que sancionan o descalifican a un alumno ponen en riesgo su salud física. Los padres del supuesto perjudicado les reclaman de viva voz que rectifiquen el que interpretan es un error o una injusticia. Y más de una vez, en caso de no lograr su propósito, agreden al educador cuestionado.
El término barrabrava define al prepotente por excelencia. Un bárbaro que exhibe sin pudor sus extralimitaciones y desconoce la existencia de límites. El que no está con él es su enemigo y en tal condición lo trata.
Su expresión reciente institucional:
No es casual que actitudes tan deplorables crezcan en todos los ámbitos de la vida nacional. Sobre todo cuando desde el poder político las acciones de ejemplaridad brillan por su ausencia. ¿O acaso la proliferación de decretos de necesidad inexistente y de urgencia sin fundamento no son una cabal muestra de prepotencia?
No lo es menos la posición del gobernador riojano que, disconforme con la sanción legislativa de suspenderlo, se atrincheró en la sede del gobierno provincial junto con sus belicosos seguidores, dispuesto a retener el poder por la fuerza. Cuando admitió retirarse, el edificio gubernamental quedó devastado.
Los recientes abusos fiscales en la provincia de Buenos Aires, aberrantes desde el punto de vista jurídico; las permanentes actitudes indecorosas y las bravuconadas del secretario de Comercio Interior de la Nación ante empresarios, tendientes a disciplinar los precios; la expulsión de funcionarios y técnicos del Indec por no estar dispuestos a la manipulación del índice de precios al consumidor que finalmente impuso el Poder Ejecutivo Nacional, y la habitual creencia de funcionarios del Gobierno de que el dominio de la mayoría parlamentaria concede el derecho a burlarse cada tanto de la Constitución son otros ejemplos.
Esto no debe verse como una crítica del gobierno de turno. No sería difícil repetir una lista semejante refiriéndose al gobierno anterior, o al anterior del anterior, o a cualquiera que quisiéramos en varias décadas: esto no parece una historia, sino una pesadilla, un sueño indeseable que nunca termina. La sociedad está enferma, y no lo ve. Se ha acostumbrado a considerar razonable lo irracional, y tolerable, lo intolerable.

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