Hubo una época, desde mediados de los treinta hasta mediados de los setenta del siglo XX, en que casi todo lo que pudiera leerse en castellano, se imprimía en América, fundamentalmente en Argentina y México, aunque también en Chile y Colombia: un fenómeno que combinó dos circunstancias: la trabajosa creación de un mercado americano editorial, y el desenlace de la guerra civil española: la censura posterior, y la llana emigración de centenares de intelectuales a América, llevó la edición en castellano a Argentina y México. Aunque quizá sea mejor usar el orden inverso, ya que la emigración mayoritariamente se trasladó a México: los gobiernos argentinos de los años treinta no muy amigos de los exiliados españoles, mientras que en México el exilio fue recibido como gobierno.
Corresponde aclarar que las editoriales latinoamericanas tienen existencia desde la época colonial, y un desarrollo que comienza a despuntar desde mediados del siglo XIX. La Librería del Colegio en Buenos Aires, era original del siglo XVIII, y fue imprenta durante el proceso de independencia; la imprenta de Emilio Coni editó libros desde 1853 en Argentina; las imprentas de El Progreso y Julio Belin en Chile, desde los años 40 del siglo XIX; la editorial Estrada, desde 1869. Porrúa, fundada por los hermanos españoles Porrúa en Mexico, publicaba desde comienzos del siglo XX, aunque es en los cuarenta cuando se amplía su desarrollo. Solo en el caso de Argentina, Kapelusz,(Adolfo Kapelusz, austríaco) , publicaba material educativo desde 1910; El Ateneo, (Pedro García, español), publicaba desde 1912; la editorial Tor (Juan Carlos Torrondell, español) desde 1916; editorial Atlántida, fundada por Constancio Vigil, uruguayo, desde 1918; la editorial Claridad (Antonio Zamora, español), desde 1922. Estas empresas trascendieron sus mercados locales, y en algún caso, se hicieron un nombre en Latinoamérica.
En resumen, el auge editorial de las décadas del 30 al 60/70, favorecido por la caída de la república en España, es la culminación de un proceso que se gestó en otra excepción: la primera guerra mundial. Si a principios del siglo XX la edición en América estaba dominada por editoriales francesas, alemanas, inglesas y estadounidenses (tengo presente a Hachette especialmente; el Facundo de Sarmiento, fue
impreso por Hachette en Paris en 1874, y por Appleton en Nueva York en
1868). La guerra favoreció la ocupación del espacio abandonado por los paises combatientes, por nuevos participantes americanos y editores españoles que hasta entonces sólo controlaban una porción mínima del mercado.
Ese florecimiento se mantuvo por cerca de treinta años, desde los treinta hasta los setenta como mínimo, mientras crecía y retomaba posiciones el mercado editorial español. Este ciclo fue de importancia fundamental para Latinoamérica, al impulsar la difusión de las culturas americanas (Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, Cuba, México) y la investigación, y también por la entrada al mundo hispanoamericano de la investigación científica y humanística abierta a las corrientes que circulaban en el mundo. Una característica de la publicación en esos años, es el impulso a autores americanos, junto a autores hispanos apartados por la censura franquista, tarea comenzada por el Fondo de Cultura mexicano y siguiendo por las nuevas editoriales, particularmente Losada, Sudamericana y Espasa-Calpe en Argentina. El fenómeno de la Nueva Novela Latinoamericana hubiera tenido otras características, o hubiera sido diluído, si ese cambio de eje no se hubiera producido entonces.
Probablemente el resultado más importante de ese florecimiento fue el nacimiento del Fondo de Cultura Económico, una editorial que tanto entonces como ahora, ha promovido la publicación de escritores españoles y americanos, además de excelente material traducido. (no dejo de recordar el monumental trabajo de Werner Jaeger, Paideia, y la traducción de Joaquin Xirau y Wenceslao Roces). El fundador del Fondo fue el economista mexicano Daniel Cosío Villegas, en 1934, con la aprobación y participación del gobierno del presidente Cárdenas. Antes de esto, Cosío Villegas negoció con Calpe y con Aguilar un proyecto en la línea de lo que luego asumió el Fondo. Ese primer proyecto fue desechado por las editoriales españolas (según parece, por negativa de Ortega y Gasset como parte de la negociación en nombre de Calpe, que llamó al proyecto "cena de negros"). Sin embargo, caída la república son muchos los emigrados que participan en la actividad del Fondo. Cosío Villegas propone y consigue del presidente Cárdenas, la creación de una Casa de España (luego Colegio de Mexico), donde continuaran su actividad un grupo seleccionado de intelectuales e investigadores emigrados, que luego en general trabajaron para el Fondo de Cultura. La primera filial del Fondo se crea en Argentina en 1945, dirigida por Arnaldo Orfila Reynal, argentino, quien reemplazó luego a Cosío Villegas en la dirección del Fondo desde 1948. A la argentina le siguieron otras filiales del Fondo en Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Guatemala y Perú. Puede decirse que esta editorial es el fundamento del gran desarrollo de ediciones iberoamericanas, por el número de intelectuales que suma, y persiste a pesar del tiempo y los vaivenes políticos sucedidos en sus cerca de ochenta años de existencia.
La otra gran editora mexicana de esta época es Siglo XXI, fundada por Orfila Reynal en 1965 tras ser despedido del Fondo, por ser izquierdista en un momento en que en Mexico seguía una línea conservadora. La nueva editorial se propuso publicar material nuevo, contando con la colaboración de muchos escritores e investigadores, parte de los cuales trabajaban o publicaban en el Fondo, y renunciaron a él para lanzar Siglo XXI (
Jesús Silva Herzog,
Pablo González Casanova, Guillermo Haro,
Octavio Paz,
Carlos Fuentes,
Fernando Benítez ,
Elena Poniatowska). Tengo presente, de las primeras ediciones, al Heráclito de Rodolfo Mondolfo, y Las Palabras y las Cosas, de Michel Foucault. Orfila Reynal se mantuvo en la conducción de la empresa hasta 1989 (Orfila murió en 1998, con 101 años). En 1966 y 1967 se fundaron las filiales de Argentina y España. Algo apagada, subsiste hasta hoy, ahora
comprada por el grupo Capital intelectual, del argentino Hugo Sigman. Muy ligada a la caída de la república española y la emigración está la creación de
Grijalbo, fundada en 1949 por Juan Grijalbo. Este caso es típico de ese período y su evolución posterior: fundada por un emigrado, cuando España entra en la Transición, translada su sede a España, para luego ser comprada por el grupo Mondadori, que a su vez es absorbido por Penguin-Random House.
Mientras tanto, en Argentina, se produjo la fundación de nuevas editoras a partir de sus casas originales españolas, o con aporte empresario español, como parte de la diáspora que generó la guerra civil: Sopena Argentina, filial de Sopena de España, que, además de sus ediciones literarias o de diccionarios, creó una revista que fué importante por años: Leoplan, donde trabajaron periodistas conocidos en Argentina (Enrique González Tuñón, Carlos Duelo Cavero, Adolfo R. Avilés e Ignacio Covarrubias y jóvenes como Horacio de Dios, Rodolfo Walsh, Miguel Bonasso y Sergio Caletti). Espasa-Calpe creó en 1937 su filial en Argentina, piloteada por su fundador Nicolás María de Urgoiti, cuya colección Austral llegó a publicar más de mil títulos. Espasa-Calpe fue finalmente adquirida por el grupo Planeta en 1991. Sudamericana, fundada en 1939, con directorio argentino y español (Victoria Ocampo, Carlos Mayer, Oliverio Girondo, Alfredo González Garaño, Rafael Vehils, Enrique García Merou, Jacobo Saslavsky, Antonio Santamarina, Alejandro Shaw, Andreu Bausili, Eduardo Bullrich y Alejandro Menéndez Behety), y gestión de Antoni Lopez Llausás, a poco de comenzar, debido al desconocimiento de la tarea editorial del grupo fundador: allí se publicó William Faulkner, Leopoldo Marechal, Salvador de Madariaga, Virginia Wolf, Julio Cortázar, García Márquez (Rayuela y la primera edición de Cien Años de Soledad); en el mismo plano, Losada, creada en 1938 por el español Gonzalo José Bernardo Juan Losada Benítez, nacida a partir de su alejamiento de Espasa-Calpe. Losada fue fundamental en la difusión de autores americanos, emigrados y nuevas corrientes europeas (Sartre y Camus fueron publicados por Losada); también Emece, fundada en 1939 por Mariano Medina del Río y Álvaro de las Casas, primero absorbida por su filial española, y hoy subsidiaria de Penguin Random-House. En esa década, diversas editoras argentinas inician su publicación: Paidós, creada en 1945, editora de material en psicología y sociología especialmente. Agrego a Heliasta (Guillermo Cabanellas de Torre), 1944, especializada en Derecho, ya que, avanzando el siglo, compró la editorial Claridad, y continuó su trabajo, asumiendo el nombre, como Grupo Claridad. Estas editoriales no sólo difundiern los nuevos de Iberoamérica, sino los grandes escritores de Europa y la América de habla inglesa, mayoritariamente a precios que los hicieron accesibles a todo el mundo, y en su mejor momento recorrieron el camino inverso de la emigración, abriendo subsidiarias en España (Emece, Edhasa filial de Sudamericana)
En 1955 se crea Jacobo Muchnik Editor, que luego se convierte en Fabril Editora, publica sociología, psicología, literatura, entre ellos, Witold Grombrowicz, Franz Kafka, Ernesto Sábato, Arthur Miller.
Tardíamente, ya en épocas en que los vientos cambiaban, se agrega EUDEBA, en 1958, con semejanzas al Fondo de Cultura, dependiente de la Universidad de Buenos Aires. EUDEBA (su primer directorio lo componían José Babini como presidente, Guillermo Ahumada como vicepresidente, Humberto Ciancaglini como secretario, José Luis Romero, Alfredo Lanari, Telma Reca de Acosta e Ignacio Winizky como vocales, y Enrique Silberstein como síndico). EUDEBA publicó (aún lo hace) gran cantidad de material de investigación en ciencias, sociología, economía, historia, literatura. Fue gerenciado por Boris Spivacow, quien, luego de ser despedido por el gobierno militar de Onganía, fundó el Centro Editor de America Latina, que publicó ediciones económicas de difusión científica y literarias y filosóficas (colecciones de historia de la ciencia, escritos de filosofía y literatura. Hay un listado de colecciones en Wikipedia)
Resumiendo, hay un período de varias décadas, coincidiendo con los años de la guerra civil en España, y la posterior censura franquista, que favoreció un gran crecimiento editorial en América. La dada es una lista incompleta y más que simplificada del trabajo editorial de esas décadas, que habría que completar. De ese viaje a América sólo se han producido ventajas, en la apertura del pensamiento, en la inclusión de nuevos autores que de otra forma no hubieran florecido con la misma facilidad, en la creación de una cultura editorial y aún un paso más, favoreciendo el mundo periodístico americano y la traducción. Como se puede ver siguiendo muchas de las historias, y por su propio orígen en la emigración española, un proceso virado a la izquierda en muchas empresas y personas, y que difícilmente conoceremos si hubo otras voces que no tuvieron su lugar en la publicación. De todas formas, al declinar este auge editorial americano, la vuelta a España de las más importantes empresas (con la excepción de las de soporte estatal, el Fondo de Cultura y EUDEBA) moderó seguramente las reglas.
Finalmente, la vuelta a España no terminó el proceso, sino que fue el primer paso de la deslocalización editorial, continuado por la compra por grupos editoriales mayores, de casi todas las empresas que fueran en esos años las dominantes en la publicación, Así Sudamericana pasó a ser parte de Planeta, como Emece y Espasa Calpe; Salamandra, originada a partir de la Emece argentina, pasa a ser parte de Penguin-Random House, como Grijalbo, previamente ser comprada por Mondadori. Alianza Editorial pasa a ser parte de Anaya, y ésta, parte de Hachette (y esta, parte de Lagardère). Podríamos decir que el fondo editorial forjado durante el siglo XX, hoy está concentrado en no mucho más de tres manos: Planeta, Penguin-Random House, y Hachette. Algo no muy alentador para nuevas generaciones que estén tratando de hacerse un lugar. Debo decir que el registro histórico del mundo editorial iberoamericano aparece desdibujado y recortado: requiere hacer un trabajo detallado el poder conocer la historia y el fondo editorial de muchas de estas empresas, a partir de las sucesivas compras, hasta llegar al panorama de hoy, donde la cartera del trabajo intelectual de cuatro generaciones está en los designios de publicación de un puñado de multinacionales. Por caso, la inteligente colección de Gregorio Weinberg en Hachette Argentina hoy es desconocida. Ni siquiera queda rastro del trabajo de las ediciones argentinas en la memoria de la empresa, ¿Quién es hoy Gregorio Weinberg?