miércoles, diciembre 16, 2020

A propósito de Piglia

Las memorias y las cartas son una categoría de lectura en un territorio entre la literatura, la historia y el ensayo, y las escritas por literatos y otros intelectuales o creadores son una subclase particular: una combinación de reflexiones sobre su dominio de trabajo, sea la literatura, la historia, la pintura; una vasta colección de bocetos y borradores, donde se puede ver el trabajo descartado, el interrumpido, las sucesivas aproximaciones a la obra definitiva. Y también la visión del autor sobre su época, sus contemporáneos, sus amigos y enemigos, un atajo al conocimiento de la sociedad que los rodeaba. Finalmente, sus propias preocupaciones y fantasmas, su entorno más próximo, su ego, su visión en un espejo. 
Orwell en su homenaje a Cataluña, Bernanos en sus amargas reflexiones sobre la guerra civil están en ese terreno, algo que no es ficción. Los cuadernos y cartas de Kafka son un espacio contínuo de reflexiones e historias esbozadas antes de tomar forma en sus novelas y cuentos. Creo que no es posible conocer cabalmente a estos autores sin conocer estas reflexiones inmediatas, desestructuradas, no sujetas a la medida de sus obras terminadas. Hay autores cuyas cartas intercambiadas con colegas y diarios o bitácoras son tanto o más valiosas que sus propias obras, como Sarmiento. Y hay autores que han escrito en ese estilo informal, como si dialogaran con alguien cercano, como el caso de Lucio Mansilla.
Este año leí los diarios de Ricardo Piglia, Witold Gombrowicz, Franz Kafka. Creo que busco especialmente estos textos, que se pueden llamar documento o literatura. Con Piglia se trata de algo más, porque he tenido una sorprendente, extraña cantidad de puntos de contacto...hemos sido en mucho contemporáneos: Piglia algunos años mayor, pero es como si hubiera marchado con unos pocos años de diferencia por escenarios y situaciones relacionadas, semejantes. Sin duda que la coetaneidad tiene que ver, pero haber salido de Buenos Aires a Mar del Plata más o menos a las mismas edades, haber pasado por los mismos sitios, y quizá, bastante probablemente, cerca de las mismas personas. Piglia salió de Adrogué, a donde yo luego iba frecuentemente. Piglia vivió algunos años en Montes de Oca y Martín García, en Barracas, a trescientos metros de donde nos mudamos seis o siete años después. Hemos compartido más de un conocido, yo algunos años más tarde, y en peores circunstancias  que las suyas. Hemos compartido dos ciudades, sus calles, sus cafés, sus librerías. He leído las más de mil páginas de su diario a tiempo completo, en pocas semanas, frustrado porque sus apuntes disminuyen drásticamente a partir de 1983. Creo que lo leeré una segunda vez, anotando.
Su lectura me ha hecho revivir el recuerdo de personas, amigos y conocidos de la Universidad, nombres que se me han olvidado y caras a duras penas mantenidas en la memoria. Unos años intensos, de lecturas y conversaciones interminables. Probablemente la vida universitaria tuvo mucho que ver, en años que fueron de mucha actividad, de cruzar ideas y proyectos, algo usual durante todo el siglo XX en las aulas, aunque desde finales de los cincuenta la actividad cultural y política fue creciendo y enrareciéndose progresivamente, pasando de discusiones teóricas y encuentros informales a la forja de proyectos políticos y asociaciones contrapuestos, y en el borde del sistema. Piglia rememora o mejor dicho, extrae de sus cuadernos de notas estados, acontecimientos y reflexiones que son muy detallados en ese crescendo que va desde los fines de los cincuenta, a través de los sesenta, y hasta poco más allá del cierre violento, salvaje y tenebroso de los años setenta. Así, en sus notas David Viñas se va desdibujando a través de ese recorrido, empalideciendo a medida que avanzan los setenta. Beatriz Sarlo, Juan José Saer, Andrés Ribera, Daniel Moyano salen de sus escritos y atraviesan ese tiempo con nuestras mismas preocupaciones. El cierre del anteúltimo tomo de sus diarios deja un mundo en "noche y niebla", y lo que retoma en su último diario está como despegado y distanciado: La experiencia de todos puede rellenar ese vacío.
Creo que entiendo sus memorias, extensas entre los años sesenta y ochenta, y apagadas desde entonces, porque coinciden con nuestra propia experiencia. Hay algo que se ha perdido en Argentina, algo se ha apestado. No reconozco el país de hoy, muy lejos del que describe Piglia en aquellos sesenta. O en todo caso, la anemia, la tosquedad, la brutalidad, ya estaban...pero algo ha desaparecido, algo se ha quebrado y ya no es ni recuerdo.

martes, noviembre 24, 2020

Un país perdido

 ¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! 

Así comienza el Facundo de Sarmiento, un día de mayo de 1845, en Chile. Faltaban años todavía para la Campaña en el Ejercito Grande, para la nueva fundación de las Provincias Unidas, y para los nuevos años de sombras terribles, de ensangrentado polvo y cenizas, y de fantasmas que ya no se levantarían. El cinismo de hablar de civilización y ejecutar barbarie. Los Padres Establecidos dejaron dos grandes cementerios: la guerra de la Triple Alianza, y la Conquista del desierto...un minucioso plan de aniquilación y reparto, hasta las raíces, hasta los huesos, para cimentar un páramo sin memoria. Así nacimos, así crecimos. Con estas bases y puntos de partida hemos construído en doscientos años este país triste, solitario, y final.


domingo, junio 07, 2020

1984

En la primavera de 1989, un movimiento estudiantil reclamando libertades democráticas creció en las grandes ciudades de China, hasta desembocar en una gran reunión de protesta. Finalmente, una  multitud de estudiantes tomó la plaza de Tiananmen de Pekin por semanas, ganando titulares en todo el mundo.Hasta que el 4 de junio de 1989 el ejército tomó por la fuerza la plaza, provocando un número jamás determinado de muertos y prisioneros, silenciando la protesta de modo radical.  Tan radical que treinta años después es raro que algún ciudadano raso chino sepa de qué se trata. Si alguno lo recuerda, es una minoría rigurosamente en silencio. El país prosperó, una nueva clase media se desarrolló, un nuevo capitalismo creció a pasos de gigante, y los intereses y objetivos de los ganadores están muy lejos de lo que esos manifestantes de 1989 tenían en sus preocupaciones. De tal forma que las protestas sociales de Hong Kong reclamando el mantenimiento de su estatus democrático e independiente, hoy son vistas en China continental con reprobación y airada indignación.
Por años, la circulación de fotografías y  videos de aquél terrible acontecimiento estuvo limitada y  recortada: nunca supimos qué pasó con aquél hombre con dos bolsas de la compra que se enfrentó a una columna de tanques por un momento. Pero alguien, Jian Liu, guardó sus fotograrfías quizá como otros. Tapiando su recuerdo,  sellando su boca y sus oídos, rehaciendo su vida, hasta que casi treinta años después, en 2016, recobró sus negativos y los hizo públicos



Fotografías publicadas por NPR ilustrando su reportaje a Jian Liu

“Those days passed by in a blur,” he said. “Everyone walked with their head lowered, up till today.”
Now 50, Mr. Liu decided to publicly release the images with the help of Humanitarian China, a California-based organization that gives grants to impoverished dissidents and their families.Mr. Liu said he had been motivated after he realized that his teenage daughter, who had been going to school in China until 2016, had never heard about the massacre. 

(The New York Times, 19 de mayo de 2019)

Lo que Orwell previó hace setenta años es hoy una temible realidad en el país más grande de la tierra. Un mundo felíz, donde votas a los que te dicen, oyes lo que te ponen, ves lo que te muestran, y combates a los que el Gran Hermano indica.




sábado, mayo 02, 2020

Borges y Kafka


Tenía guardada esta nota de El País desde 2015. Por una casualidad relativa, ya que Kafka fue siempre un objetivo de lectura, leo en estos días sus Diarios, de 1910 a 1923. En cierto modo dan una imagen mas próxima e integral de su vida. Lo veo cercano al teatro de su época, compartiendo la actividad diaria y los intereses de actores, escritores y  su comunidad judía, sus ritos e intereses, su familia, su padre.
El libro que estoy leyendo es usado. Por una rara casualidad, es una edición rústica de Emecé, argentina, de 1953. Raro porque encuentro a uno de los pares de esta edición a miles de kilómetros de la otra: de la misma editorial  tuve, durante años, La Muralla China. Andando los años, perdí éste y gané los Diarios. Idas y vueltas de la biblioteca, ganada y perdida no menos de tres veces.
Pero, bueno, por el Diario vuelvo a Borges conversando sobre Kafka, recupero sus palabras de 1983 desde El País. El artículo está en primera persona, mientras Borges desenvuelve sus pensamientos frente al periodista, con la misma actitud de siempre, palabras simples, conversación llana, tratamiento sencillo, actitud memoriosa. Veo que prefiere los cuentos de Kafka antes que sus novelas, que destaca algunos de los cuentos de La Muralla China. Lo comparto.

Mi primer recuerdo de Kafka es del año 1916, cuando decidí aprender el idioma alemán. Antes lo había intentado con el ruso, pero fracasé. El alemán me resultó mucho más sencillo y la tarea fue grata. Tenía un diccionario alemán-inglés y al cabo de unos meses no sé si lograba entender lo que leía, pero sí podía gozar de la poesía de algunos autores. Fue entonces cuando leí el primer libro de Kafka que, aunque no lo recuerdo ahora exactamente, creo que se llamaba Once cuentos.
Me llamó la atención que Kafka escribiera tan sencillo, que yo mismo pudiera entenderlo, a pesar de que el movimiento impresionista, que era tan importante en esa época, fue en general un movimiento barroco que jugaba con las infinitas posibilidades del idioma alemán. Después, tuve oportunidad de leer El Proceso y a partir de ese momento lo he leído continuamente. La diferencia esencial con sus contemporáneos y hasta con los grandes escritores de otras épocas, Bernard Shaw o Chesterton, por ejemplo, es que con ellos uno está obligado a tomar la referencia ambiental, la connotación con el tiempo y el lugar.Es también el caso de Ibsen o de Dickens.
Kafka, en cambio, tiene textos, sobre todo en los cuentos, donde se establece algo eterno. A Kafka podemos leerlo y pensar que sus fábulas son tan antiguas como la historia, que esos sueños fueron soñados por hombres de otra época sin necesidad de vincularlos a Alemania o a Arabia. El hecho de haber escrito un texto que trasciende el momento en que se escribió, es notable. Se puede pensar que se redactó en Persia o en China y ahí está su valor. Y cuando Kafka hace referencias es profético. El hombre que está aprisionado por un orden, el hombre contra el Estado, ese fue uno de sus temas preferidos.

Yo traduje el libro de cuentos cuyo primer título es La trasformación y nunca supe por qué a todos les dio por ponerle La metamorfosis. Es un disparate, yo no sé a quién se le ocurrió traducir así esa palabra del más sencillo alemán. Cuando trabajé con la obra el editor insistió en dejarla así porque ya se había hecho famosa y se la vinculaba a Kafka. Creo que los cuentos son superiores a sus novelas. Las novelas, por otra parte, nunca concluyen. Tienen un número infinito de capítulos, porque su tema es de un número infinito de postulaciones.
A mí me gustan más sus relatos breves y aunque no hay ahora ninguna razón para que elija a uno sobre otro, tomaría aquel cuento sobre la construcción de la muralla. Yo he escrito también algunos cuentos en los cuales traté ambiciosa e inútilmente de ser Kafka. Hay uno, titulado La biblioteca de Babel y algún otro, que fueron ejercicios en donde traté de ser Kafka. Esos cuentos interesaron pero yo me dí cuenta que no había cumplido mi propósito y que debía buscar otro camino. Kafka fue tranquilo y hasta un poco secreto y yo elegí ser escandaloso.
Empecé siendo barroco, como todos los jóvenes escritores y ahora trato de no serlo. Intenté también ser anónimo, pero cualquier cosa que escriba se conoce inmediatamente. Kafka no quiso publicar mucho en vida y encargó que destruyeran su obra. Esto me recuerda el caso de Virgilio que también le encargó a sus amigos que destruyeran la inconclusa Eneida. La desobediencia de estos hizo que, felizmente para nosotros, la obra se conservara. Yo creo que ni Virgilio ni Kafka querían en realidad que su obra se destruyera. De otro modo habrían hecho ellos mismos el trabajo. Si yo le encargo la tarea a un amigo, es un modo de decir que no me hago responsable. Mi padre escribió muchísimo y quemó todo antes de morir.
Kafka ha sido uno de los grandes autores de toda la literatura, Para mí es el primero de este siglo. Yo estuve en los actos del centenario de Joyce y cuando alguien lo comparó con Kafka dije que eso era una blasfemia. Es que Joyce es importante dentro de la lengua inglesa y de sus infinitas posibilidades, pero es intraducible. En cambio Kafka escribía en un alemán muy sencillo y delicado. A él le importaba la obra no la fama, eso es indudable. De todos modos, Kafka, ese soñador que no quiso que sus sueños fueran conocidos, ahora es parte de ese sueño universal que es la memoria. Nosotros sabemos cuáles son sus fechas, cuál es su vida, que es de origen judío y demás, todo eso va a ser olvidado, pero sus cuentos seguirán contándose.

En El País, nota del 3 de julio de 1983, reeditada el 9 de abril de 2015.
La foto es del artículo.

lunes, abril 27, 2020

Leyendo a Román Gubern

Roman Gubern es conocido por su buena historia del cine, con un hueco considerable: el cine latinoamericano, y particularmente el argentino -hasta lo visto de su libro ahora, ya que no lo he terminado. . Creo que puedo adelantar un juicio, ya que a partir del próximo capítulo se dedica al cine contemporáneo, con lo que da por cerrado el cine hasta la década del 60, por lo menos, ya que en el "viejo cine" incluye el de posguerra y el de la guerra fría.
Que en la mitad completa del libro encuentre sólo una página para dedicar al cine mexicano, y tres líneas al cine argentino, habla de mala predisposición. Ignorancia no, porque habla en estas dos líneas de Luis Sandrini y Hugo del Carril. Pero deja a un lado el hecho de que para cuando Sandrini (el primer film de Sandrini es de 1933) o Del Carril estaban en el cine, había detrás de ellos casi treinta años de crecimiento y algunos muy buenos directores y artesanos de oficio. Me había extrañado que no hubiera ninguna mención -ni una- para la década de 1930, pero el silencio para la decada de 1940 y 1950 ya es una toma de posición. No puedo creer otra cosa. En un momento posterior habla de "cine cursi": ni habrá tanto, ni será lo único. Recuerdo personalmente algunas obras incluso anteriores a 1940 que no lo son, y por lo demás, estas, cualquiera fuera su valor, dieron los cimientos de un cine vigoroso en los años 40. Existe hoy en Wikipedia un buen artículo en pleno desarrollo sobre la historia del cine en Argentina, que no estaría mal repasar. El mercado de cine latinoamericano no era sólo territorio de Hollywood, sino que especialmente el cine argentino y mexicano se veían en todo el continente, y sus actores eran conocidos, no solo Sandrini. Quisiera decir que Georges Sadoul muestra más interés en este cine.

Sólo para abrir algunas vías de conocimiento, se pueden puntualizar estos hechos:
para la década de los 40 (poniendo esta década como límite  de horizonte) se pueden anotar

-tres grandes estudios cinematográficos: Argentina Sono Film y Lumiton, desde 1933, y los Estudios San Miguel algo después.

-Varios empresarios dedicados a la producción cinematográfica, Susini y los Mentasti (Atilio y Angel), especialmente.

-Más de una decena de directores valiosos y experimentados, entre ellos José Ferrreyra desde la década del 20 con cine mudo y luego sonoro; Carlos Borcosque, chileno, desde 1922; Leopoldo Torres Ríos, desde 1923; Mario Soffici desde el 24;  Luis Saslavsky desde 1931; Luis José Moglia Barth, autor del primer film sonoro argentino (1933); John Alton y su importante aporte desde el 33 hasta fines de la década; Enrique Cahen Salaberry (desde 1933); Enrique Susini, productor y director desde 1933; Alberto de Zabalía, desde 1935; Manuel Romero, desde 1936;  Luis César Amadori, desde 1936;  Julio Sarraceni desde 1937; Lucas Demare desde 1938; Catrano Catrani desde 1942. Y más...

- Una vasta lista de actores y actrices reconocidos, y en muchos casos, excelentes.

Un panorama probablemente casi completo (dejando la reserva de que algo haya faltado, por la razón que sea) se puede ver en Wikipedia, en un anexo de películas filmadas por año, desde 1897 a 2020.

Gubern tiene todo su mérito, pero se le ha pasado algo.

domingo, abril 05, 2020

A propósito de la "Historia del Tiempo" de Stephen Hawking


La Historia del Tiempo de Hawking es un breve y claro libro de divulgación del estado de la investigación de las leyes físicas a escala cósmica (y subatómica), que historia y condensa los descubrimientos y controversias de la física, hasta los comienzos del siglo actual. Sus conceptos, en general, se han ido confirmando con el avance del conjunto de instrumentos de observación que se van disponiendo
Cada día que pasa trae un nuevo indicio de la fragilidad no ya de la raza humana, sino de todo el concepto de vida universasl en que hemos nacido y crecido. Los hallazgos científicos revelan poderosas, colosales fuerzas no sólo capaces, sino también inevitablemente operantes, frente a las cuales nuestro ámbito de vida es una pequeña burbuja molecular. Cosmos infinito, inabordable, donde una explosión puede durar cien millones de años, y abarcar de manera abrasadora un espacio de millones de años luz, cuyo orden es el de las fuerzas desatadas por la física, y cuya razón se expresa en fórmulas matemáticas que todavía estamos adivinando. Un evento catastrófico podría estar desarrollándose frente a nuesros ojos, por el espacio de cien generaciones, y no advertirlo, porque su tiempo de desarrollo es superior a la existencia de nuestro sistema. Realmente, nuestra conciencia del mundo es como en el mito de Platón en la caverna.
  Y frente a este universo atroz, en nuestra infinitesimal burbuja de medio segundo de existencia, construímos nuestro cosmos inmaterial: uno que se propone reflexionar sobre sí mismo, que se propone encontrar un sentido, construír una conducta. Hay un espacio sin tiempo ni fronteras, el de la memoria...un espacio contínuo que recuperamos en los sueños y en el pensamiento. Donde vuelven sucesos perdidos en un momento remoto y conviven con otros cercanos. Los que nos han dejado, los que queremos, los que preferiríamos olvidar, los desconocidos que vimos en un relámpago, nos acompañan siempre, hablamos con ellos, les tendemos las manos...quien haya extendido su vida un tiempo, más allá de los primeros años, acumulando historias, sueños, propósitos,  forma otro universo, uno que trata de establecer ética en la irracionalidad, coherencia en la duración sin principio ni fin, sin vida ni muerte.
 ¿Tendrán las abejas y las hormigas una cosmovisión, una ética, una teoría de finalidades?