miércoles, noviembre 27, 2024

Idiotez, silencio y colaboracionismo de izquierdas

María Matienzo Puerto, escritora cubana, comenta acerca de la indiferencia y desconfianza recibida por parte de grupos feministas no cubanos, a raíz de un reciente encuentro en Costa Rica:

Hablamos (...) sobre la hegemonía del discurso de la Revolución cubana como una experiencia victoriosa sin que se cuestione esta idea; también sobre la complicidad de algunos grupos feministas con el régimen socialista y la relativización del tema de los derechos humanos cuando se trata de denunciar las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias, el acoso y la persecución que viven tantos cubanos y cubanas.

(...) Después de las manifestaciones del 11 de julio de 2021, Cuba debió terminar de desmoronarse en el imaginario socialista de la izquierda latinoamericana, aferrada al Fidel Castro que vibraba en las montañas militarizando la región, pero no pasó. Si bien la ola represiva propició el acercamiento de algunos grupos sindicalistas y feministas a la sociedad civil independiente cubana para interesarse, no entendieron lo que había ocurrido. Les resultó más cómodo seguir pensando desde conceptos viejos como los de la “burguesía” de derecha que vive y manipula desde Miami. La realidad es que los cubanos no solo emigramos a Estados Unidos; tampoco salimos de la isla a hacer turismo, huimos de la miseria. Pareciera que acceder a servicios básicos –la salud, la vivienda, la electricidad, el agua potable u otros beneficios de la vida contemporánea– no forma parte de nuestros destinos y cualquier reclamación significa ser de derechas.

La solidaridad de estos grupos estuvo condicionada a la aceptación del mismo fantasma que recorrió Europa del Este el siglo pasado, el que dejamos entrar en la isla y nos ha llevado a vivir un infierno: el comunismo. Las más de 1,600 personas detenidas, torturadas y golpeadas a raíz de las protestas del 2021 parecían una invención nuestra. Nos preguntaron acerca del carácter pacífico o la filiación política de los manifestantes, como si hubiera una forma “adecuada” de protestar (...)

(...)  En el encuentro de Costa Rica tuvimos que vadear los mismos escollos con los mismos argumentos: “eso no es socialismo”, “eso no es izquierda”, “ el socialismo aún no se ha materializado”. Ahora bien, si Cuba no es todo “eso”, ¿entonces qué es? No solo las cubanas sino también las venezolanas chocamos contra un muro de contención ante las vivencias que contamos. Hacerse la pregunta de qué hacemos las feministas a las que el socialismo nos ha arruinado la vida nunca dejará de ser crucial para quienes lo hemos vivido. Deslegitimar nuestras vivencias preguntando por el papel que juega los Estados Unidos, restándole responsabilidad a dictadores de izquierda, es confirmar que la sororidad tiene color político (...)

Hablar del fracaso y de la miseria que genera la izquierda aferrada al poder es tema tabú, en especial si se menciona a Cuba. Se trata de un asunto incómodo porque saca de la zona de confort a muchas feministas al deconstruir el paraíso socialista, ese cuya expresión es La Habana, ciudad que se derrumba ¿Cómo no se puede entender que el socialismo tiene en su cuenta millones de muertes? (...)


domingo, noviembre 03, 2024

El desastre

 No sé qué decir, no sé qué se puede decir, salvo abrazar a todos los amigos, camaradas de trabajo, vecinos, que hoy están paleando barro en sus casas del sur de Valencia; a todos aquellos que se cruzaron desde la ciudad a los pueblos castigados, a colaborar como fuera posible, a todos aquellos que perdieron un familiar, o no saben dónde están.

Esta ciudad ensombrecida, hoy sólo registra sirenas de bomberos y ambulancias, y valencianos marchando al centro del desastre a ayudar en algo. Qué se puede decir. Sólo hacer

domingo, octubre 13, 2024

Finanzas a la argentina


 En un artículo de Eugenio Palopoli en Seul (Fugársela toda) describiendo la bicicleta financiera desde los 70' , se mencionan comentarios de Carlos Escudé de 2006 (Festival de licuaciones – Causas y consecuencias de la pobreza en Argentina):

Escudé recuerda a Carlos Correa, profesor suyo en la UCA y directivo de un banco extranjero, que lo convocó a él y a otros de su grupo de estudio. “Cuenta Bernardo Neustadt que pocos años más tarde se encontró con Correa, de quien era amigo, y que éste le dijo: ‘Bernardo, usted es un hombre público y no debe mostrarse en mi presencia, porque estoy por robar 40 millones de dólares’. Neustadt pensó que estaba bromeando, pero a los pocos días Correa estaba preso por alzarse con unos 35 millones de su banco. Algunos meses después Bernardo se lo encontró en Punta del Este y le espetó: ‘Así que fueron sólo 35 millones…’ y Correa contestó. “No, fueron 31. Los cuatro que restan fueron la coima que tuve que pagar para salir en libertad’”
La bicicleta financiera en una versión aséptica y acotada: Wikipedia.

La bicicleta en BBC en tiempos de Macri.

La bicicleta en Ambito Financiero, en 2022.

El concepto de bicicleta que aplica Palopoli abarca un período más amplio, que comienza en la dictadura militar de los 70, hasta hoy. A propósito de la anécdota de Escudé, la historia de Correa, en el párrafo siguiente, se completa así: Después, gozando ya de un patrimonio que aseguraba su comodidad, nuestro profesor se dedicó con éxito a los negocios en Estados Unidos.

martes, octubre 01, 2024

¿Qué joven sueña hoy con crear un sindicato?

 Jorge Fernández Diaz, en La Nación, escrito el 14 de enero de 2023, premonitorio

"Cada generación educa a la siguiente”, decía Kant. Pero me temo que no se trataba de una sentencia obvia ni sencilla: esa clase de pedagogía tiene, en verdad, menos que ver con la cabal intención de transmitir los aciertos y experiencias positivas, que con la exhibición fatal e inconsciente de sus propios errores. Cada nueva generación se forja no en la didáctica de sus mayores sino precisamente en el cuestionamiento de sus mandatos y en la consecuente rebelión contra sus lógicas. Esta antigua regla de la naturaleza humana tiene sin embargo particularidades inquietantes en un país estragado por la mala praxis. El escritor y politólogo argentino José Natanson, director de Le Monde diplomatique y representante lúcido de un progresismo internacional que sin embargo ha cometido el pecado de apañar al nacionalismo de izquierda, acaba de producir un texto bisagra. Glosarlo críticamente resulta fundamental para dar cuenta de su novedad y relevancia; señalar ciertas omisiones y secuelas puede resultar útil y necesario.

Sugiere Natanson en su artículo de portada que el kirchnerismo logró hace quince años incorporar masivamente a los jóvenes por el simple método de presentarse como contrapoder. Con la curiosidad, dicho sea de paso, de que esa facción ya tenía entonces lo que sigue teniendo ahora: casi todas las palancas y las cajas de la burocracia estatal en todos sus niveles, los principales cargos institucionales, amplio dominio territorial y un control indiscutible de las áreas económicas, gremiales, políticas y hasta judiciales, algo que le hacía soñar de hecho con volverse un régimen hegemónico y eterno. Incluso gran parte del establishment de ayer y de siempre comía de la mano de este grupo feudal con retórica progresista, que en su paso por las poltronas amasó a su vez caudalosas fortunas personales. Los lobos con piel de cordero aseguraban igualmente (lo siguen haciendo) que el poder real estaba en otro lado, y que ellos lo combatían con épica contracultural: el mito de David contra Goliat siempre rinde. Al nutrido contingente de jóvenes militantes que, hechizados por esta ficción, llegaba a la política tres lustros atrás le aplicaban la misma medicina que habían utilizado para los movimientos de derechos humanos, las organizaciones sociales y hasta para el rock nacional: tomaban el fenómeno para “cooptarlo, relanzarlo y regularlo” (sic). Cita de inmediato Natanson a su némesis, Hernán Iglesias Illa, materia gris de Cambiemos y director de la no menos interesante revista Seúl: “Parecía haber un determinismo demográfico con efectos de largo plazo –escribió Iglesias Illa sobre aquella etapa–. A Cristina le nacían los votantes y a la oposición se le morían”. La gran paradoja que anuncia José Natanson es que el crecimiento de esa misma generación –hoy más veterana, ya sentada a la mesa de las grandes decisiones y responsable visible de la gestión total– no solo no ha conseguido obturar esta flamante hemorragia que lo aqueja, sino que por el contrario ha logrado acelerarla: los nuevos jóvenes se alejan en estampida del proyecto “nacional y popular”. Para estos veinteañeros, la juventud kirchnerista “es un dato del paisaje, un mueble que siempre estuvo ahí”, y por lo tanto, un factor esencial del “fracaso colectivo”. El peronismo ya no puede interpelar políticamente a los jóvenes, arriesga Natanson. Y da una explicación aguda acerca de este viraje: la revolución tecnológica ha tocado a los jóvenes de todos los estratos sociales; servicios de reparto y apps de transporte, empleos a comisión (telemarketing), pequeños emprendimientos comerciales a partir del marketing digital y las campañas en redes, especulación en criptomonedas, pequeñas empresas familiares, monetización de influencers y diferentes expresiones artísticas populares basadas en el talento individual y en el uso del teléfono, esa herramienta mágica que puede llevarte al éxito en casi cualquier ramo. “Se trata –añade el politólogo– de la búsqueda de ingresos por vías no tradicionales en un contexto de creciente digitalización de las relaciones sociales y laborales”. Esas iniciativas son sostenidas por ideas de libertad, pequeña propiedad, flexibilidad horaria, creatividad y emprendorismo. Y van, por lo tanto, contra la demonización de la meritocracia, el progreso y la superación personal; a esa población naciente el Estado no la protege, sino que la vampiriza y le pone trabas. Es la dinámica propia de esa novísima clase social lo que va induciendo un giro ultraliberal o libertario, y no la prédica de ningún líder ideológico. “¿Qué les dice el peronismo a los jóvenes que dedican sus horas a los mil rebusques del comercio electrónico? –inquiere el autor, poniendo el dedo en la llaga–. ¿Qué tiene para ofrecerle a un venezolano recién llegado que baja la aplicación de Uber y empieza a manejar? ¿Y a quien puso un pequeño negocio y le teme a la AFIP más que al Covid? ¿Cuál es su propuesta? ¿Que organicen una cooperativa, marchen a la Plaza de Mayo, formen un sindicato? ¿Qué joven sueña hoy con crear un sindicato?”.

En este dossier Le Monde diplomatique suma dos reveladores estudios que indagan las razones de por qué “el malestar y la rabia también parecen haber cambiado de signo”, y acerca de cómo Javier Milei “logra adhesiones entre los jóvenes con bajas calificaciones educativas y una inserción laboral precaria”. Esta producción periodística e intelectual, que posee tantos méritos, escamotea no obstante un asunto de fondo. No solo la cultura camporista se volvió rápidamente vieja por los avances tecnológicos globales y por las nuevas sociológicas resultantes, sino también por su modelo de estatismo con Estado fundido, su capitalismo de amigos, su inocultable megacorrupción, su ostensible imagen de renovada oligarquía con escalafón público y privilegios, su regulación asfixiante de la vida, su gendarmería discursiva y su multiplicación de cepos. La Argentina, como resultado de ese modelo, es una catástrofe: registra una las mayores inflaciones del planeta, un cincuenta por ciento de pobreza real, una inversión paupérrima, una recesión interminable y consecuencias extremadamente graves por su lumpenización: narco enquistado e indomable e inseguridad desbordada. Los jóvenes no buscan una salida por izquierda, porque asumen que la mentira es la verdad –los kirchneristas ya ocupan y bloquean ese flanco–, y huyen entonces en sentido contrario: no hacia el centro, sino a los márgenes más disruptivos de la derecha, allí donde tampoco se cree demasiado en las instituciones. El kirchnerismo, que manchó todas las causas nobles, también quemó la palabra “izquierda”, que quedó cristalizada como la gran culpable de estas dos décadas perdidas. Ya no resulta tan asombroso que este sector social ascendente, que no se encuadra ni se mueve como manada, y que encarna un “anarcocapitalismo”, defina en parte las cruciales elecciones de este año, y que lo haga quizá sin importarle un bledo que pueda fragmentar con su voto testimonial el campo republicano y volver así inesperadamente competitivo a un kirchnerismo en picada: gran favor a los mandarines a quien tanto detestan. También es impresionante verificar que cuando el revisionismo en términos conceptuales y como literatura de resistencia se convierte por fin en historia oficial, emerge con fuerza irrefrenable una nueva contrahistoria. Que la obsesión estatista engendra un furioso libre mercado, que las psicopatías colectivistas despiertan el individualismo, que la imposición hasta el extremo y el ridículo de lo “políticamente correcto” promueve una reacción tradicionalista, que la apología de la mano fofa conduce a una política de mano dura y que la malversación del vocablo “democracia” produce un peligroso desprecio por ella en esta dinámica pendular que adoptan las naciones polarizadas. Labra este “progresismo” autoritario y soberbio, con sus tics absurdos y su fracaso estrepitoso, el conservadurismo populista más áspero y duro: la izquierda engorda a la derecha, como en su momento el Consenso de Washington despertó al monstruo bolivariano.

 Los subrayados son de Fernández Díaz.

lunes, septiembre 30, 2024

Emigrados

Pocos días atrás leí en Seul el recuerdo de Catalina Fisch Klein, sobrina de uno de los argentinos muertos en el atentado de las torres gemelas. Su testimonio me devolvió a ese día, que pasamos pegados a las radios y los televisores. Nos enteramos temprano, de manera confusa, cuando se hablaba todavía de un accidente de un helicóptero, hasta que vimos el segundo avión estrellándose ante nuestros ojos en la otra torre. En esa época, todo fueron malas noticias entre nosotros, en la familia: en pocos meses, todos los hermanos de mi esposa partieron con sus hijos a Estados Unidos, mientras nosotros afrontábamos una calamidad tras otra. Finalmente, poco tiempo después, también nosotros salimos hacia Chile, donde había trabajado en algún momento, y llegué con el trabajo resuelto. Habiamos comenzado el dos mil con buenas posibilidades, y en poco tiempo todo pareció derrumbarse. Fuimos testigos de la caída del gobierno de De la  Rua, y de las sucesivas presidencias  en Argentina: años de pesadilla. Los tres años que vivimos en Chile le dieron tranquilidad a mis hijos, que pasaron su adolescencia apartados de las desgracias al otro lado de la cordillera. Pasó tiempo hasta que asentáramos ese fin de época.

Ese once de septiembre cambiaron muchas historias. Si bien Guillermo Chalcoff, el recordado, ya había emprendido su truncado peregrinaje a otro país, en ese tiempo no sólo su familia, sino muchos otros argentinos comenzaron una diáspora que no se detiene: también en Israel escucho las voces de quienes a veces entrevistan, y reconozco su acento, y estoy seguro de que no hace muchos años que emigraron. Las palabras de Catalina me retraen a un mundo que ya no existe, o que al menos yo, como otros que partieron, ya no veremos: hábitos, pensamientos, relaciones familiares y de amistad que se recrearán de nuevas maneras bajo otros cielos.

viernes, septiembre 20, 2024

Un mundo desaparece


Mercedes García-Arenal, en un buen análisis de tres libros sobre la diáspora morisca y judía posterior a los decretos de expulsión de España. Dos de estos libros son escritos por emigrados, expulsados, entre el siglo XVI y XVII. García-Arenal comenta así uno de los escritos (Tratado de los dos caminos, Siglo XVII, anónimo):

La obra comienza con unas interesantísimas páginas en las que el autor interpreta la expulsión en clave providencialista, como una liberación que Dios concede a su pueblo amado (Felipe III es el faraón que pone fin al cautiverio en Egipto) y en las que describe su llegada a Túnez y la buena acogida de la que fueron objeto los moriscos por parte de las autoridades políticas y religiosas de la Regencia Turca de Túnez, además de especificar su intención al escribir la obra cuando ya han pasado varias décadas desde su llegada a la nueva tierra: hacer un legado de todo lo que él sabe, de todo lo que él es, porque él es un ejemplar de un tipo de hombres que ya está desapareciendo, de un mundo al que ya no pertenece nadie. No quiere que se olviden las cosas que él tiene en la memoria, «pues mientras vivían los que venimos, no se olvidaban, pero ya con el discurso del tiempo que se van acabando, lo refiero para los que han nacido acá lo sepan de mí y de los pocos que quedan».

Y un poco más adelante:

Ambas obras reseñadas eran ya bien conocidas pero se editan ahora en su integridad por primera vez: son páginas profundamente personales, anónimas, que reflejan una trayectoria vital y un peregrinaje cultural e intelectual. Ambas dan testimonio de un mundo que se acaba: el Mancebo de Arévalo se reúne con ancianos que aún vivieron en el antiguo reino islámico de Granada y con aragoneses musulmanes que habían vivido los tiempos del mudejarismo. El segundo autor escribe en Túnez cuando se acaba el mundo morisco, es decir, cuando los hijos de los exiliados se integran en la sociedad tunecina y olvidan el país y la lengua de sus padres. Ambas son obras de una extraordinaria riqueza al tiempo que un punto enigmáticas, crípticas, a la vez un itinerario espiritual y un compendio de conocimientos que desea transmitirse a los que vienen detrás y que pertenecerán, ya indefectiblemente, a un mundo nuevo.

La sociedad musulmana, que en su inicio impuso otra cultura, otro pensamiento, otra convivencia, en su apogeo desplazó y -en su zona de dominio- prácticamente extinguió, al menos en la vida pública, la sociedad preexistente, una que evolucionaba desde su historia romana, a una unificación visigoda. También entonces, al menos allí donde la invasión musulmana se consolidó, una sociedad se extinguió, al punto de perder la lengua y la religión. La diferencia consistió en que la sociedad originaria todavía no llamada española, entre el siglo XI y el siglo XII, fue reduciendo la dominación mora hasta acotarla a sólo el reino tributario de Granada. Su caída anticipó la aniquilación de esa historia. En dos siglos más, la visión del mundo oriental se fue definitivamente, y la diáspora fue inexorable. 

Han pasado "sólo" cuatrocientos años, sin embargo. La sociedad española y europea afronta nuevas viejas inquietudes, en la otra orilla del Mediterráneo.

miércoles, septiembre 11, 2024

Las palabras y las cosas


Daniel Delisau, en Letras Libres, comenta las ideas de Alexei Yurchak sobre la caída de la Unión Soviética, expresadas en la nueva versión de su libro Todo era para siempre hasta que dejó de existir. Aunque no hay en su comentario referencias a la Rusia actual de Putin (Escrito en 2005 y reescrito en 2014, estimo que la edición de Siglo XXI está basada en la versión de 2014, alcanzando a lo sumo a la ocupación de Crimea), sin duda es muy interesante extender el análisis a la evolución actual del país.

Dice Delisau:

La pregunta fundamental de Yurchak es "cómo fue posible que el grueso de la población soviética encontrase perfectamente lógica la espectacular desaparición de su país pese a que desde la infancia se les había inculcado que duraría para siempre".

Según Yurchak, la principal paradoja de la ideología soviética fue que siempre trató de conseguir la liberación material y espiritual de la humanidad mediante métodos represivos. Durante mucho tiempo esta contradicción se disimuló gracias a que Lenin y Stalin se situaron fuera del campo del discurso ideológico y desde esa posición de autoridad hicieron constantes comentarios públicos que en la práctica suponían ajustes de ese discurso. A partir de los años 60, tras la muerte de Stalin, la conversación pública se vio inmersa en un proceso que el autor llama en su ensayo “hipernormalización”. Ante el miedo a que cualquier innovación discursiva fuese percibida como una desviación, en todos los ámbitos de la sociedad hasta los eventos contemporáneos pasaron a ser descritos simplemente como la confirmación de hechos previamente establecidos.  

A partir de ese momento, en el socialismo tardío fue más importante reproducir rituales y formar parte de todo tipo de instituciones que prestar atención a su contenido. Primeramente porque no participar en absoluto podía ser problemático, pero más importante aún porque hacerlo abría muchas puertas, de manera totalmente imprevista por las autoridades, a nuevas ocupaciones, relaciones y formas de desarrollar la creatividad y vidas con sentido. Los miembros del Komsomol (la organización juvenil del partido comunista) veían la asfixiante burocracia como algo en lo que había que invertir solo el mínimo esfuerzo si esto les permitía organizar actividades interesantes, otros jóvenes se unían a clubes de ajedrez o arqueología porque en ellos se podía hablar de lo que verdaderamente les interesaba, los músicos no oficiales como Víktor Tsoi buscaban trabajo como técnicos de calderas (uno de los peor pagados) en edificios de viviendas porque la gran cantidad de tiempo libre que les dejaba les permitía dedicarse a la creación artística.

Esta dualidad de ritos y actividades reales pudiera extenderla a la Argentina peronista y a España, particularmente al PSOE, y diría que reflexionar sobre aquella doble vida soviética da mucha luz sobre nuestra vida actual y futura. Un partido cohesionado por la necesidad de no apartarse del sinuoso camino de su dirección, que sería muy distinto en el momento en que no hubiera cargos que repartir. En el caso de Argentina, ese proceso está en desarrollo, y estamos en espera de su evolución.

Volviendo a Delisau:

Con el paso de los años, poco a poco y sin que prácticamente el grueso de la población se diera cuenta, la consecuencia de participar en los rituales de la vida soviética fue que la gente se fue desligando de su contenido, y cuando finalmente el régimen desaparició muchas personas se dieron cuenta de que hacía bastante tiempo que habían estado llevando vidas distintas a las que ideológicamente deberían haber llevado, y por eso la caída de la URSS, más allá del estupor inicial, resultaba lógica.
Finalmente, dice Delisau: 

(...)en nuestro imaginario la resistencia se opone a la opresión, la represión a la libertad, el estado a la gente, la cultura oficial a la contracultura, la verdad a la mentira y un largo etcétera. Reconociendo que el régimen soviético tardío era terrible, Yurchak sostiene que era más complejo que todo lo anterior sin negar los hechos. La realidad es que el grueso de la sociedad de los años 60 en adelante creía sinceramente en los ideales soviéticos de liberación, solidaridad e igualdad pero dándoles una interpretación personal que no necesariamente concordaba con la política oficial. Ejemplo de esto es que en la URSS también existía una visión imaginaria de nuestra cultura, en la que los jóvenes reinterpretaban la música rock y la estética occidentales hasta hacerlas compatibles con los valores soviéticos que les habían sido inculcados.

En general, los estratos culturales de la sociedad, más que profundamente reprimidos por las autoridades o anestesiados por una propaganda que les impedía ver la verdad, principalmente estaban interesados en otro tipo de verdad. Yurchak cita al escritor Serguéi Doblátov cuando en un texto este dice que, según Niels Bohr, existen las verdades claras y las verdades profundas, y que mientras que a una verdad clara se le opone una mentira a una verdad profunda se le opone otra verdad profunda. La aparente falta de crítica en la vida cultural y educativa soviéticas se explica por la decisión consciente de parte de sus miembros de que evaluar el sistema como moral o inmoral y verdadero o falso parecía irrelevante, y en su lugar estos se centraban en explorar verdades sobre la naturaleza humana y problemas universales que seguirían vigentes durante mucho tiempo en el futuro, independiente de este o aquel sistema político. Olesya, una mujer que fue estudiante universitaria en los 80, le resumió esta actitud a Yurchak mejor que nadie: “cuando una persona de verdad está parada frente a ti diciendo constantemente cosas escépticas es desagradable. Esa persona espera alguna respuesta de ti, pero tú no tienes nada que decirle. No porque seas incapaz de analizar como ella, sino porque no quieres

Tal vez el gran mérito de Todo era para siempre hasta que dejó de existir sea precisamente su interés por centrar el foco en las personas comunes. Cuando en occidente tratamos de explicarnos cómo la Unión Soviética desapareció de la manera en que lo hizo naturalmente tendemos a fijar nuestra atención en las grandes figuras de la disidencia (Andréi Sájarov, Alexander Solzhenitsyn, Natalya Gorbanevskaya…). Todas ellas fueron personas excepcionales que vivieron e hicieron cosas excepcionales, pero que lamentablemente eran muy poco conocidas o vistas con indiferencia por la mayoría de la población. Su contribución a la caída del régimen fue útil y poderosa en términos simbólicos pero escasa en términos prácticos. Con su ensayo Yurchak viene a decirnos que el camino a una nueva realidad sociopolítica fue allanado en una medida significativa por millones de personas que participaron en un sistema del que progresivamente se fueron alejando porque sus intereses dejaron de estar alineados, hasta el momento en el que este cayó y entonces se dieron cuenta de que era totalmente lógico dejar de creer en él, y que de hecho a lo mejor habían dejado de hacerlo hace tiempo.
La foto, en Letras Libres.

domingo, septiembre 01, 2024

Un despistado en Taiwan


 Marcos Falcone, politólogo, es invitado por la cancillería de la República de China junto con otras personalidades y periodistas. Una visita de unos días a Taiwan, que no sé si contribuirá mucho a quitarla del aislamiento, según dice Falcone en Seúl:

Oriente ha sido siempre, para un argentino como yo, un misterio. No importa que estemos en la era de la globalización y que podamos obtener en un segundo información que antes podía requerir meses. No miro (la mayor parte de nosotros no mira) hacia Asia. No suele interesarnos. Nuestro máximo contacto cotidiano con el Lejano Oriente es el chino que hizo casi 20.000 kilómetros para instalarse en la esquina y abrir un supermercado. ¿O quizás sea un taiwanés?
Sin embargo, quizá haya que atender este comentario, al menos como parte del juego del gato chino con el ratón taiwanés:

Desde que Chiang Kai-shek se exilió con su gobierno en Taiwán en 1949, el país ha estado en un limbo jurídico internacional. Se autodenomina “República de China” porque su Estado se considera (y de hecho es) el continuador del que regía en toda China antes de la Revolución de Mao Tse Tung. Pero la superioridad numérica del gobierno del continente, que a su vez también reclama a Taiwán como parte suya, es demasiado abrumadora y ha conducido a un aislamiento inédito para un país si se considera su propio tamaño. Sólo una decena de países reconoce a Taiwán, de los cuales los más importantes son Paraguay y Guatemala: en países como el nuestro, Taipei mantiene “oficinas de representación” que son indistinguibles de embajadas, con la excepción de que no tienen reconocimiento oficial.

En realidad, el participante paraguayo de esta delegación dice que todo es una farsa, que no existe tensión real entre China y Taiwán. Que cuando Paraguay quiso romper con Taiwán y establecer relaciones con China (un negocio que hubiera sido seguramente más lucrativo) el país recibió una negativa porque entre Pekín y Taipei no se quitan aliados. Que no puede hablarse de “guerra inminente” ni nada de eso en un contexto donde el principal socio comercial de Taiwán es efectivamente China, y donde un millón de taiwaneses viven en el continente mientras trabajan para un capital que proviene de la propia isla. Quizás, entonces, la tensión en la que viven los taiwaneses sea relativa. No hay forma de saberlo.

 Un poco más sobre Taiwan hoy, en esta nota de la BBC, hace un año.

La foto, "Taipei vista desde Monte Elefante", By Tzuhsun Hsu - https://www.flickr.com/photos/alberth2/51653925255/, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=112648552

El revés

 Un artículo sobre las mujeres en la oposición al régimen gobernante en Venezuela, me hizo caer en la cuenta de que no se oyen reclamos del feminismo español. Bueno, como tampoco sucede en el caso de las mujeres cubanas. O por lo menos, si existen, no se oyen. O no se distinguen del silencio cínico del PSOE, o del "mediador"  silencio criminal de Rodríguez Zapatero. En fin, ese silencio es un aspecto menor de un estado de cosas que no hubiera imaginado que algún día se alcanzara en España.

domingo, agosto 18, 2024

La crueldad de los delirantes y los tiranos


 Manuel M. Novillo, en Seul:

(Comentando a Solzhenitzyn y su Archipielago Gulag)

No hay enigma en la Unión Soviética. Es simplemente lo que ocurre cuando los delirantes, ayudados por los aterrorizados y los oportunistas, imponen sus ideas en la compleja realidad: el resultado es la crueldad. Siempre esperamos que haya una explicación más mistificadora para ella, pero no la hay. En la Unión Soviética no hay ningún enigma; sólo hay que contar las historias y dar la información. 

¿No está pasando lo mismo ahora?

El libro es minucioso porque intenta pelear contra la mentira contra el olvido. Lo olvidamos todo, dice. Si no nos dicen y nos machacan con la propaganda, nos olvidamos. Olvidamos que los primeros años de la Revolución ya nos repugnaban. Olvidamos que ganar la guerra fue el más terrible de los suplicios por culpa de este régimen.  Y ahora, a pesar de que todos vimos y sufrimos hechos horrendos, cedemos ante la propaganda del régimen. Festejamos, o aceptamos en algún lugar de nuestras mentes, que las cabezas de la Unión Soviética sí eran los padres y hacían un bien y, por eso, la Revolución es una fecha patria y la victoria en la guerra también. 

Yo mismo siento la fuerza del olvido mientras cruzo sus páginas. No puedo retener todos los nombres, no puedo quedarme con todas las historias. Se me escapan. Las tandas de presos comidos por el sistema, cada una con su historia particular, los vlasovistas, los eseristas, los miembros de cualquier religión. Las formas de torturarlos se van. Paso de largo pobres fusilados.    Solzhenitsyn lo sabe, sabe de los límites de su trabajo, sabe que vamos a olvidar. Por eso esta escena es una de las más conmovedoras (y autoconscientes): 

Una familia que conozco, en la que hay varios antiguos zeks, observa el siguiente rito: cada 5 de marzo, el día que murió el Asesino Supremo, ponen sobre las mesas las fotografías de quienes fueron fusilados o cayeron en los campos. Son unas cuantas docenas, tanto como han podido reunir. Y el día entero reina en la casa un ambiente solemne: a veces recuerda un templo, a veces un museo. Suena música fúnebre. Vienen los amigos, contemplan las fotografías, guardan silencio, escuchan, conversan en voz baja; se van sin despedirse.

Archipiélago Gulag nos habla sobre hoy. Habla sobre la crueldad que los delirantes y los tiranos, como los chavistas de Venezuela,  Putin o Irán pueden estar infringiendo sobre sus conciudadanos en este mismo momento y del terrible sistema que sostiene a regímenes así. Que este libro empuje a otros, disidentes de otras naciones y otros siglos, a escribirlo una vez más.

 La crueldad de los delirantes y los tiranos...y el cinismo de los que sacan ventaja.

La foto: De Bert Verhoeff para Anefo - [1] Dutch National Archives, The Hague, Fotocollectie Algemeen Nederlands Persbureau (ANEFO), 1945-1989, Nummer toegang 2.24.01.05 Bestanddeelnummer 927-0019, CC0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29177274

jueves, agosto 15, 2024

El cambio tarda centurias

Arturo Pérez Reverte, en Zenda, acerca del cambio social, religioso y cultural que vive Europa

"Estoy en la terraza de un café de una ciudad del norte de Italia, y en media hora veo pasar a una docena de mujeres musulmanas con el rostro cubierto a excepción de los ojos. Unas llevan a niños de la mano y otras carritos de la compra, y viéndolas pienso en la fría fatalidad de la Historia, en que la transformación geopolítica de Europa viene hoy en patera, y en que las oleadas de inmigrantes son un irreversible factor de civilización. De un nuevo mundo que en nada se parece al otro. Pero, concluyo, advertirlo cuando se tiene una edad y una biblioteca no es dramático, ni terrible. La Historia está hecha de civilizaciones colapsadas, y no siempre se tiene el privilegio de asistir al ocaso de una".

En Zenda, ‘Oikofobia’: odiar la casa donde vives.

Una visión más optimista, en Martín Gurri. Merece su tiempo aparte.

domingo, julio 21, 2024

Alberto Kipnis

 


Leyendo hace pocos días a Hernán Iglesias Illa, a propósito de la última película de Wim Wenders (Días perfectos),  encontré esta reflexión, a propósito de su generación: 

los gustos específicos de Hirayama, el protagonista, son esencialmente los de la generación del Baby Boom, los nacidos entre 1946 y 1960: la música de fines de los ‘60 y principios de los ‘70, las grandes novelas en papel, las fotos con cámaras analógicas, reveladas en bolichitos fuera del tiempo. Hirayama representa menos una clase social que una generación en declive, que Wenders añora sea reconocida por los más jóvenes.(...) Todo esto está dicho en la película sin rencor ni resentimiento. Más bien con resignación melancólica: nuestra
generación, la que dominó los patrones culturales durante medio siglo, primero como jóvenes, después como adultos, ya no domina ni entiende lo que pasa. Y eso está bien. Aspiramos como mucho, pide Wenders, a que no nos rechacen, a que valoren algo de lo que hicimos: nuestra música, nuestras películas, nuestros libros. La película cree que el mundo de la posguerra, embrión cultural de lo que todavía somos, se está muriendo, y quiere que al menos unos pocos jóvenes, los más despiertos, los menos zonzos, mantengan esa llama viva, como un tesoro.


Encadenando impresiones, recordé estas palabras de Iglesias Illa leyendo el doble adiós de Glenda Jackson y Michel Caine, evocando la primera vez que había visto trabajar a Glenda: con 28 años, siendo la Charlotte Corday de Marat-Sade de Peter Brook, en 1967. 

¿Dónde había visto Marat-Sade? En el Lorraine


Así, volví sobre otros recuerdos de quien fue el dueño de ese proyecto. Al primer intento, los buscadores no recogían siquiera el nombre del cine: un documento con una lista de cines históricos de la ciudad, lo ignoraba (Cines de Buenos Aires, patrimonio del Siglo XX). Mejorando los parámetros de búsqueda, lo encontré, y así también me enteré que Alberto Kipnis, alma del cine, había muerto en 2017. Ahora todavía queda la cinemateca y poco más. Ni siquiera alguien lo recordó para Wikipedia. Pablo De Vita le dedica una nota en La Nación a pocos días de su muerte, compaginando la historia conocida de Kipnis y sus cines:

Dueño de una personalidad tímida y reservada, la labor de Alberto Kipnis permanecerá en la memoria a través de una marca que hizo historia como el cine Lorraine de la calle Corrientes. Fue la cuna del cine arte en la Argentina al despuntar la década del 60 e inauguró un modo de entender el cine que Kipnis abrazó con pasión hasta el día de hoy, cuando el agravamiento de una leucemia que sobrellevó con entereza durante un par de años acabo con una vida entregada a los sueños de celuloide.

Nacido en Parera, Entre Ríos, joven estudiante de derecho y aficionado al canto,la labor de Kipnis en el cine Lorraine comenzó casi por casualidad al perder su trabajo como recepcionista de un hotel por no estar afiliado al peronismo . Su siguiente oportunidad laboral fue como boletero de un cine llamado Lorraine que se encontraba al borde de la quiebra. Con una programación que daba vergüenza incluso al novel boletero, Kipnis propuso a los dueños un cambio de programación con un ciclo dedicado a Sergei Eisenstein que incluiría El acorazado Potemkin, Alexander Nevsky e Iván, el terrible, películas provistas por el sello Artkino. Fue el primer éxito de una sala que, de la mano de un joven de 23 años, se convertiría en indeleble marca cultural de Buenos Aires. Luego otro ciclo, dedicado a Ingmar Bergman, transformó al Lorraine en el templo pagano de toda una generación e hizo habitual algo inexistente hasta entonces: la cinefilia de la calle Corrientes.

De la mano de Kipnis tuvieron lugar en esa sala ciclos de revisión de grandes realizadores, como Monicelli, Bresson, Wajda, Fellini, así como la presentación de corrientes que marcaban el pulso del cine contemporáneo como la Nouvelle Vague, con Godard y Truffaut como estandartes, y la actualidad de las cinematografías de “detrás de la Cortina de Hierro ”. Se incluían programas de mano con la ficha técnica de cada película, un lugar destacado para el realizador y no para los intérpretes, una filmografía en orden cronológico y las frases de los críticos de aquel entonces. Tiempo más tarde añadió las “Ediciones Lorraine”, libros con los diálogos de Hiroshima mon amour, de Alain Resnais, o sobre cine polaco, con la firma de Mabel Itzcovich que sumaban definitivo perfil intelectual a esa sala con murales de Juan Carlos Castagnino y César López Claro. El éxito del Lorraine permitió abrir otras salas y convertir a la Avenida Corrientes en los “cines de las ele”. El cine Loire, donde hoy está el teatro Picadilly, cuyo nombre fue elegido por sorteo por el público del Lorraine, supo estrenar Masculino-Femenino, de Godard. El Losuar, por su parte, solía ostentar programas de mano con los rostros de Francois Truffaut, Jean-Luc Godard, Marcello Mastroianni y Julie Christie en la portada. Por último, completaba el seleccionado el Lorange, que en 1970 abrió sus puertas con Pasión, de Ingmar Bergman. Bajo esa influencia también aparecieron en la avenida Corrientes otras salas como el Lorca y el Cine-Arte y la clásica puja por las películas determinó el eslogan: “El Lorraine crea, no imita". Kipnis también tuvo que enfrentar la censura en innumerables ocasiones e incluso una bomba que hizo añicos el baño del Lorraine mientras proyectaba Roma, ciudad abierta.

El Lorraine cerró sus puertas en 1972 (se convirtió en Lorena y luego en diferentes librerías), y progresivamente las demás salas propiedad de Alberto Kipnis siguieron igual destino a fines de los años 90. En 2001 recibió el Premio Cóndor de Plata a la trayectoria y fue entrevistado por Mirtha Legrand en un programa que reunió a diversos desocupados: había perdido todos sus cines. Pero Kipnis no se rindió y brindó su último gran emprendimiento, la marca Arteplex, que llegó a tener salas en Caballito, Centro, Belgrano y Villa del Parque, pero los altos costos de alquiler atentaron contra la continuidad del emprendimiento y progresivamente también se fueron despidiendo. En 2013 fue declarado “Personalidad ilustre de la cultura” por la Legislatura porteña y dos años más tarde, el ciclo “El Lorraine en el Recoleta” fue un éxito que reunió por última vez su original mirada en la programación de ciclos y retrospectivas. A comienzos de febrero, el cine Arteplex Villa del Parque dejó de brindar programación de cine-arte y la salud de Alberto Kipnis se agravó rápidamente. Había perdido la última sala que programaba pero no su amor por el cine.
Este es el Buenos Aires que recuerdo.

 

Notas: 

La Foto: Alberto Kipnis en 2008, en La Nación.

El libro que no conocía al Lorraine: Cines de Buenos Aires : patrimonio del siglo XX  / dirigido por Marta García Falcó y Patricia Méndez; coordinado por Julio Alberto Cacciatore - 1a ed. - Buenos Aires : CEDODAL - Centro de Documentación de Arte y Arquitectura Latinoamericana, 2010.

Guillermo Ravaschino, en cineismo.com le dedica un merecido espacio a Kipnis y sus cines, junto con una porción de testimonio fotográfico

Nota de Carlos Ulanovski, tomado de La Nación, reproducido por GranCine.

Nuevamente Pablo De Vita, en el blog garuax2

El cierre de la librería Lorraine, último destino del cine.

Reportaje de Hugo Caligaris para La Nación.


lunes, julio 08, 2024

UNED: Nueva edición de Una excursión a los indios ranqueles

 


En enero de 2023 la Universidad Nacional de Educación a Distancia publicó una nueva edición de Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio Mansilla, con estudio preliminar y notas de Teodosio Fernández. La edición es buena, tomando en cuenta el excelente trabajo introductorio de Fernández, profesor emérito de la Universidad Autónoma y de la Universidad Complutense de Madrid. Tengo una edición de bolsillo que habrá que tratar con mucho cuidado para que no se descuaderne. El trabajo preliminar da una idea precisa de la obra, del tiempo en que se escribió, y del ambiente cercano que rodeaba a Mansilla. El libro no contiene otras imágenes que la propia portada, pero la introducción aproxima muy bien a lo que se leerá después. Las notas, que todavía no leí sino al azar, para tener una idea del criterio con que se agregaron, son muy pertinentes y en el contexto cultural de Mansilla y Buenos Aires. Sólo ver el índice predispone a leerlo (salvo que asuste ver una lista de 68 capítulos, un epílogo y algunos anexos). 

Gracias a esta nueva edición, no sólo queda disponible para lectores modernos una obra esencial de la historia de la literatura argentina , sino que conozco a Don Teodosio Fernández, largamente especialista en la literatura americana castellana, a quien trataré de seguir. De su riquísimo currículum extraigo la noticia de que es miembro correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua. Espero verlo también en la Academia Argentina.

El anuncio del libro en la UNED. ¿Será posible ver en el futuro una edición de Entre-nos. Causeries del jueves en esta colección de UNED? Extraño la desaparecida colección Dimensión argentina de Hachette. dirigida por Gregorio Weinberg. Hoy sus publicaciones se consiguen a precio de oro.

Gracias a UNED por  esta edición.

Una lista parcial de los trabajos de Teodosio Fernández, que merece que sus publicaciones fueran más visibles. En Dialnet

 


domingo, julio 07, 2024

Francisco , Ucrania, Rusia

 


Dice David Rieff, en Letras Libres, "Ucrania y la guerra justa":

(...) En suma, si algún conflicto moderno puede denominarse justo, es la guerra de Ucrania contra la determinación de Vladímir Putin de ejemplarizar al país, mientras continúa con su proyecto de restaurar el Imperio ruso. La amarga ironía es que, mientras el caso de Ucrania valida esta doctrina católica, la propia Iglesia católica parece empeñada en repudiarla.

Esta sigue siendo, por supuesto, parte del catecismo y, por tanto, aún ostenta autoridad doctrinal. Pero los jerarcas de la Iglesia, empezando por Pío XII en las décadas de 1940 y 1950, siguiendo con Juan XXIII con su encíclica Pacem in Terris de 1963, y ahora y de un modo más explícito y frontal con los comentarios del papa Francisco sobre la guerra rusa contra Ucrania, han puesto en entredicho su relevancia. Pío XII defendió el desarrollo de armas nucleares. En 1953, al tiempo que afirmaba que en principio las naciones tenían derecho a combatir para defenderse de una agresión injusta, el desarrollo de las armas nucleares suponía que los daños causados por las hostilidades podían ser tan extensos que ya no serían comparables a los causados por la tolerancia de la injusticia. En tal caso, subrayó, “es posible que nos veamos obligados a sufrir la injusticia”. Francisco ha ido mucho más lejos. “Ya no podemos pensar en la guerra como solución”, insistió en respuesta a las peticiones de que apoyara la causa ucraniana, “debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible ‘guerra justa’ [las simbólicas comillas son del propio Francisco]”. En cambio, Francisco exigió: “¡Nunca más la guerra!”

Es imposible conocer el grado de influencia de la perspectiva peronista argentina de izquierdas del propio Francisco en su arraigado antiamericanismo y por ello en su indulgencia hacia regímenes contrarios a Estados Unidos, entre ellos el de la Rusia de Putin. Pero al menos la oposición de Pío XII a la doctrina de la guerra justa afrontó la injusticia que produciría descartarla. Francisco no ha mostrado nunca la voluntad de asumir las consecuencias de su postura. Proferir simplemente “Nunca más la guerra” cuando, precisamente, a lo largo y ancho del mundo, de Ucrania a Sudán y de Gaza a Myanmar, las rejas de los arados se están transformando en espadas a una velocidad de mach 2, mientras Ucrania está siendo arrasada paso a paso, fría y deliberadamente por las fuerzas armadas de la Federación Rusa, no es una posición proba, sino más bien, en su voluntario rechazo a reconocer el aquí y el ahora, poco más que palabrería utópica, oculte o no motivaciones más detestables, como se inclinan a pensar los ucranianos; un parecer que en buena medida comparto.

Las palabras de Francisco en La Republica de Perú,  y en Deia, de Vizcaya.

El fotomontaje, en La Republica de Perú.