viernes, enero 17, 2025

Argentina virreinal: Francisco Hermógenes Ramos Mejía

 


Cuando comenzaron las guerras de independencia (a partir de 1810), España llevaba más de trescientos años en América, y alrededor de 274 en Argentina, si contamos como inicio la primera fundación de Buenos Aires (en 1536), y un poco menos si la cuenta la hacemos por la ocupación estable, con la fundación de Asunción en 1537, y la de  Santiago del Estero en 1553 por la corriente colonizadora del norte. En esos doscientos setenta años corrió mucha historia, en América y en España. Para 1776, año en que se creó el virreinato del Rio de la Plata, su territorio constituía un espacio común e intercomunicado, dependiente del virreinato del Perú, cuyas grandes distancias de hasta dos mil kilómetros hacían de Buenos Aires, Asunción o Santiago de Chile, regiones casi autónomas.Se trataba de una sociedad cerrada, con escaso o nulo contacto con la cultura e ideas de otras potencias europeas, con monopolio económico, que cuidaba celosamente de la injerencia política,  económica o cultural de los rivales europeos, particularmente Portugal, Inglaterra, Holanda, Francia. Para esa época, Lima, Cochabamba, Oruro, La Plata, Buenos Aires, eran ciudades atractivas para la llegada de familias españolas a establecer sus negocios con España desde allí, o a iniciar emprendimientos de comercio, mineros  o agrarios, además de funcionarios destinados a América desde España. Una sociedad criolla basada en españoles afincados en América, emparentados con nativos guaraníes, aymarás, quechuas, se movía entre estas ciudades por sus negocios y creaba una clase acomodada, con acceso a puestos de la administración virreinal. Las nuevas generaciones desarrollaban sus estudios en las Universidades americanas (Cordoba, Lima, Santiago de Chile, Cuzco, Chuquisaca, Concepción), o , si sus posibilidades lo permitían, viajaban a estudiar a la metrópoli. A la vez, familias españolas, como los Álzaga, movieron su residencia a América, especialmente a Buenos Aires a partir de la mayor flexibilidad comercial abierta coincidiendo con la creación del virreinato. Durante el siglo XVIII se produce un ingreso reducido pero contínuo de extranjeros europeos, especialmente italianos, franceses, portugueses, ingleses, irlandeses, como el caso de los jesuitas Falkner (inglés), Cardiel y Strobel (austríaco), Santiago de Liniers (francés), la familia Périchon de Vandeuil (franceses), el médico irlandés Thomas O'Gorman, Guillermo Pablo Thompson, padre de Martín Jacobo, primer marido de Mariquita Sanchez, Domingo Belgrano, italiano, padre de Manuel, por nombrar algunos conocidos. 

Cuba y Brasil eran fuertes centros agrarios, donde se desarrollaron grandes plantaciones de caña de azúcar y algodón con mano de obra esclava, que consumía la carne salada de las pampas, sea legalmente llevada o mediante contrabando. La ganadería en la pampa obtuvo volumen e independencia en el comercio con estos centros. Buenos Aires era puerto de llegada de barcos negreros ingleses (en uno de los cuales Thomas Falkner llegó a la ciudad como médico de abordo). El comercio de esclavos existía desde el siglo XVII por lo menos, fuera autorizado o no: era una buena excusa la llegada de un barco con carga que estuviera averiado, o con una plaga, o cualquier razón que obligara a dejar amarrar en el puerto de Buenos Aires, y que se liquidara la carga mientras se reparaba al barco. Este movimiento comercial fue uno de los principales causantes del interés por Buenos Aires y Montevideo de negociantes españoles y de toda clase de orígenes. Hay mucho más para hablar sobre el contrabando, la decisión de crear el Virreinato del Rio de La Plata, y la aparición de nombres portugueses, ingleses y franceses rondando las puertas de Buenos Aires, que requieren foco aparte.

Estando brevemente puesto en contexto, quería recordar el caso de uno de estos pobladores, que permite medir aquella sociedad: se trata de Francisco Hermógenes Ramos Mejía, que coincide con Falkner, Cardiel y Strobel en su interés por las tierras del sur de Buenos Aires, y en su acercamiento a los indios pampas de la zona de la futura Mar del Plata y las sierras de Tandil. Nunca dispuse de demasiada documentación sobre su vida, pero lo conocido es particularmente interesante. Para peor, una parte de la información que conocía está a miles de kilómetros y décadas atrás. Miro Wikipedia, y hay que hacerlo con cuidado, porque la información parece parcial y a veces, mal respaldada.

Francisco Ramos Mejía nació en Buenos Ares en 1773, hijo de Gregorio Pedro Joseph de Santa Gertrudis Ramos Mejía y Márquez De Velasco, sevillano, y de María Cristina Ross y del Pozo Silva, su madre, hija de escoceses protestantes. Estudió en Real Colegio Seminario de la Purísima Concepción de la Virgen y en el Real Colegio de San Carlos, donde estudiaba toda la sociedad porteña. En 1797 partió al  Alto Perú, a estudiar en la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca, y ese mismo año comenzó a trabajar en un cargo en una población cercana, Tomina. En 1801 fue nombrado Juez subdelegado en la Provincia de Pacajes, del departamento de La Paz. por el Virrey Arredondo.

 En 1804 Francisco se casa en La Paz con María Antonia de Segurola y Roxas, de 15 años de edad, hija de Sebastián de Segurola Çelayarán y Oliden y María Josefa Úrsula de Rojas y Foronda. María Antonia aporta al matrimonio una cuantiosa dote en moneda, joyas y propiedades. Es que este Sebastián de Segurola, nacido en 1740, natural de Azpeytia en Guipúzcoa, muerto en 1789 siendo para entonces gobernador intendente de La Paz, había sido en 1780 uno de los principales represores del movimiento de Túpac Amaru con instrucciones directas del Virrey de Perú. De toda la confianza de las autoridades virreinales, llegó a ser tercer suplente del virrey Nicolás Antonio de Arredondo, en el nuevo Virreinato del Rio de La Plata. Visto lo que luego sucede en Buenos Aires, es muy probable que la experiencia de la represión de la terrible sublevación de Tupac Amaru, así como la visión diaria de la vida de los nativos haya hecho reflexionar a Francisco.  

En 1806 muere el primer hijo del matrimonio, y deciden partir a Buenos Aires, vendiendo todas sus propiedades, emprendiendo un largo viaje con personal de sus haciendas y doscientos esclavos desde La Paz en Alto Perú a Buenos Aires. Estos dos años son muy convulsos en la ciudad, debido a los dos serios intentos formales de los ejércitos ingleses de tomar el control de la ciudad. No se puede descartar el peso que sobre su actividad hubiera tenido la resistencia local a la invasión. Sin duda, estos dos años forjaron las instituciones que en 1810 hicieran caer al virreinato. El hecho es que en octubre de 1808, hay registro de su presencia en Buenos Aires, al comprar una gran extensión de campo en cercanías a la ciudad: seis mil hectáreas compradas al hacendado, Comisario de Guerra y Juez Real Martín José de Altolaguirre. La estancia Los Tapiales está en pleno estado de explotación, como lo describe la escritura de la compra. En ella trabaja tres años, asumiendo en 1810 tareas en el Cabildo rebelde (primero Regidor, luego juez de menores, luego alférez real y finalmente alcalde provincial), hasta que en 1816 abandona toda participación en actividad pública.

A partir de 1811 se inician los acontecimientos que marcan la divisoria entre Francisco Ramos Mejía,  y muchos otros hacendados de la pampa: el trato a los indios. En este año, Francisco se interna en el desierto con una partida de personal de su estancia encabezada por su capataz, José Luis Molina, intérprete de lenguas indígenas y soldado de muchas batallas en el sur. Cruzan el río Salado, frontera de los dos mundos, y se dirigen a negociar a  la laguna Kaquel Huincul. Allí compran a los indios pampas   64 leguas cuadradas de tierras en 10000 pesos fuertes: si una legua eran aproximadamente 5,5 kilómetros, una legua cuadrada serían unos 30 kilómetros cuadrados, y 64 leguas, 1920 kilómetros cuadrados, es decir 192000 hectáreas. Es la primera vez que alguien compra tierra a los indios, reconociéndoles su propiedad, al menos su usufructo. El acuerdo no acaba aquí: Ramos Mejía invita a todos los pampas que quisieran a fijar sus tolderías en estas tierras, y los alienta a cultivar: Allí aprendieron a sembrar utilizando el caballo para arar, cosecharon trigo, cebada y maíz, y plantaron árboles (cedros, robles, castaños y frutales). El excedente de lo que producían se vendía en Buenos Aires y su producto les pertenecía. Los aborígenes podían abandonar la hacienda en cualquier momento, ninguna servidumbre los ataba a la tierra o a su dueño. Por otro lado, aquellos que prefirieron no asentarse tenían garantizado el libre y pacífico tránsito [En wikipedia]

A la disposición de Ramos Mejía hacia los indios, se le debe agregar su posición religiosa, una visión personal de la vida cristiana lejana a la doctrina católica, y más próxima al protestantismo, influenciada por el jesuita chileno Manuel Lacunza. Ramos Mejía puso en práctica sus ideas, aplicándolas en la vida de las tribus en sus campos. La distancia a la vida religiosa ordinaria de Buenos Aires, el acercamiento a las tribus pampas, y la molestia de los ganaderos por la amenaza a sus negocios, no sólo generaron rumores, sino que fueron creando las condiciones para darle un golpe a su influencia.

Ramos Mejía llamó a la nueva estancia creada "Miraflores", como otra que la familia Segurola poseyera en Alto Perú. En 1815 recibió la autorización de la compra de las tierras, pero otorgadas "en merced"; sólo en 1819 recibe la propiedad de la tierra. Al formalizarse la compra, encuentra la oposición de Juan Manuel de Rosas, preocupado por la influencia de Ramos Mejía en las tribus indias. Andando los años, la política de Rosas se acercó a estos criterios; pero en 1819 Ramos Mejía era una excepción que contravenía la actividad de los ganaderos. 

1820 fue un año de graves problemas políticos en Buenos Aires, y el gobierno bonaerense trató de liberarse de compromisos en el sur para atender los que sí afectaban entre caudillos provinciales. Así, el gobernador Martín Rodríguez se propuso, contando con Ramos Mejía, alcanzar un acuerdo de paz con los indios. Las conversaciones se realizaron en la estancia de Miraflores. El 7 de marzo de 1820, en representación de 16 jefes indígenas pampas, Ramos Mejía firmó con el gobierno de Buenos Aires el Tratado de Paz de Miraflores, que si bien reconocía la situación existente planteaba una relativa reciprocidad en las concesiones. Así, el artículo 4° del texto del tratado reconocía como nueva línea de frontera las tierras ocupadas por los estancieros, pero estos debían permitir a los indígenas el libre paso por sus tierras. El artículo 5° obligaba a los indios a devolver la hacienda robada, pero los blancos debía respetar los bienes de aquellos. Ramos Mejía se negó a suscribir un par de puntos, como el de que el indio debía ajusticiar a los blancos huidos a su territorio.

Fue firmado por Martín Rodríguez con los caciques Ancafilú, Tacumán y Tricnín, quienes había sido autorizados en las tolderías del Arroyo Chapaleufú a representar también a los caciques Carrunaquel, Aunquepán, Saun, Trintri Loncó, Albumé, Lincón, Huletru, Chañas, Calfuyllán, Tretruc, Pichilongo, Cachul y Limay, y por los caciques firmó Francisco Ramos Mejía.
[En Wikipedia]

Pero hacia finales de año, la montonera del chileno José Miguel Carreras (Carreras merece un trato aparte) efectuó malones en algunas poblaciones de la provincia, Lobos y luego Salto, y esto fue la excusa del gobernador  Martín Rodriguez para destruír Miraflores. Armó una partida de represalia, y en lugar de dirigirse contra la montonera de José Miguel Carrera, que se retiraba hacia San Luis, realizó un ataque contra las tribus amparadas en Miraflores: cuando Rodríguez destacó una fuerza con objeto de capturar a los indios de Miraflores; “éstos trataron de defenderse, pero el Sr. Ramos los disuadió de ello asegurándoles que él conseguiría su libertad. Los indios se rindieron y fueron conducidos prisioneros. Al día siguiente D. Francisco Ramos se dirigió en busca del general con el objeto de obtener la libertad de los indios, y en el tránsito encontró en el campo los cadáveres de más de 80 de ellos. Cuando llegó al campamento se le dijo que habían intentado resistir durante la marcha y había sido necesario usar de las armas [Alvaro Barros, en su libro Fronteras y Territorios Federales en las Pampas del Sur]. Ramos Mejía y su familia son intimados a volver a su estancia de Tapiales, apartándolos de Miraflores. Dice Gabriel Muscillo: Agustín de Elía asegura tener vivo en su memoria el relato de Magdalena Ramos Mexía, hija de Ramos Mejía y abuela suya. Según éste, al enterarse de que el
heresiarca y su familia debían abandonar la estancia por orden del Gobierno, algunos grupos de indios, que representaban a los caciques de las tolderías de Ailla Mahuida y Marí Huincul, se presentaron espontáneamente en Miraflores, disgustados y apenados. FH “los recibió en su casa y los tranquilizó, asegurándoles que nada grave le pasaría, dando de inmediato las órdenes para emprender el viaje. Como muchas tribus querían seguirlo hasta Los Tapiales, se convino en que sólo un pequeño número lo acompañaría, algunas tribus a guisa de escolta únicamente hasta las cercanías de Ranchos; y desde allí, muy pocos indios llegarían al punto final"
. [Gabriel Muscillo, Francisco Hermógenes Ramos Mexía, El Hereje de las Pampas]

Aquí se termina la historia de Ramos: aunque siguió administrando sus estancias, ya no salió de Tapiales, donde continuaron conviviendo con tribus amigas hasta su muerte durante una plaga en 1828. Un último hecho, quizá legendario, sucede con su muerte. Este es el relato de Gabriel Muscillo:

“El mismo día de la muerte de Ramos Mexía su familia inició trámites para darle descanso en un sepulcro edificado en el parque de su chacra. [Como hereje, la Iglesia prohibía estrictamente su inhumación en tierra consagrada, en camposanto]. Dos días con sus noches pasaron sin lograrse el consentimiento para la inhumación. Transcurría ya la tercera noche y Ramos Mexía continuaba entre cuatro hachones en una de las estancias de su casa. Imprevistamente, cuando ya clareaba, ocho indios pampas, de los que llegaron con él desde el desierto y acampaban desde entonces en ‘Los Tapiales’, entraron silenciosamente en el cuarto del túmulo, tomaron la caja en la que Ramos Mexía yacía y marcharon con ella hasta el portalón. Allí la posaron en una carreta y detrás de ella formaron cortejo con toda la indiada que estaba de guardia. El indio boyero movió su picana, chillaron los ejes y la lerda carreta inició su marcha, entre cercos de tunas y plantas esbeltas, con rumbo al desierto. Los indios amigos montados en pelo, con el sol ya alto, cruzaron el río Matanzas y en señal de honra y a sones de duelo siguieron al carro que escoltado entonces por cañas tacuaras y gritos de teros, se perdió a lo lejos.” Mucho nos gustaría suscribir esta poética noticia sobre el destino de los restos de FH. Sin duda, se merecía un funeral indio como el descrito. Sin embargo, Enrique Ramos Mejia cita una libreta con apuntes domésticos, que FH llevaba escrupulosamente, y en la que alguien anotó: “Falleció Francisco Ramos Mejía, 25 años y 10 meses después de su casamiento, alcanzado por la misma fiebre que llevó a sus hijos. Sus restos fueron llevados a su última morada con la modestia y serenidad que él había deseado.” Dicho autor, descendiente directo del Profeta de las Pampas, y que se basa en documentación familiar hasta entonces inédita o poco consultada, nada más agrega sobre el sitio de sepultura.
Que documentación usé:

Wikipedia, en este caso poco fundamentada.

El artículo recopilado por Carlos F. Bunge en Geni, una web de estudios genealógicos

El articulo de Gabriel Muscillo, Francisco Hermógenes Ramos Mexía, El Hereje de las Pampas, y sus referencias a Alvaro Barros, Enrique Ramos Mejía , José María Pico, José María Bustillo, Clemente Ricci

El artíclo de Miguel Ángel Scenna, Un Fraile de Combate: Francisco de Paula Castañeda, en Todo es historia, Año XI, Nº 121, BA, junio de 1977, un poco recordado y otro poco en Muscillo

La base de datos DB~e, de la Real Academia de la Historia.


sábado, enero 04, 2025

El árbol y el bosque

Encarni Bao Aguirre, en su boletín semanal de Las Provincias, este pasado lunes 30 de diciembre:

«Hay que castigar a Europa por todos los medios a nuestro alcance: políticos, económicos e híbridos. Y por eso es necesario ayudar a cualquier proceso destructivo. ¡Vivan las multitudes de inmigrantes que cometen atrocidades y destruyen con odio los valores europeos del arcoíris». La arenga es de Dmitri Medvedev, ex primer ministro ruso y ahora número dos del Consejo de Seguridad Nacional. A falta de hordas de inmigrantes, Rusia hace lo que está en su mano para perturbar la seguridad europea. Cargueros propios o asociados llevan meses arrastrando las anclas por el Báltico y destrozando cables submarinos eléctricos o de telecomunicaciones.

Fuerzas finlandesas abordaron el viernes el petrolero ‘Eagle S’ y comprobaron su capacidad de sabotaje y también su equipo de espionaje de alta tecnología, anormal en un mercante. Es el primer barco de la ‘flota fantasma’ con la que Putin va eludiendo las sanciones occidentales. Y se atrevió con él Finlandia, uno de los últimos en incorporarse a la OTAN. Visto lo visto, la Alianza reforzará su presencia en el Báltico, el mayor punto de salida de petróleo ruso por mar.

La OTAN se mueve despacio y la UE afronta con preocupante calma el próximo episodio de guerra energética. Ucrania interrumpirá el tránsito de gas ruso en cuanto comience el nuevo año, para inquietud de Hungría y Eslovaquia, ambos socios comunitarios. El primer ministro eslovaco, Robert Fico, que visitó recientemente Moscú, amenaza a Kiev con negarle electricidad de emergencia para complementar los daños que causan al sistema ucraniano los ataques rusos. Un servicio por el que Ucrania paga 200 millones al año. Polonia garantiza el suministro si la bravuconada de Fico va adelante pero desde Bruselas, silencio.

O Europa tiene mucha confianza en sus fuerzas, o el árbol le tapa el bosque. 
Este invierno será muy frío.

viernes, diciembre 27, 2024

Tulio Halperin Donghi


 Conocía la existencia de Halperin Donghi y su trabajo de análisis de la historia argentina, pero por prejuicios, nunca lo leí antes: lo asociaba quizá con Gino Germani, que no tenía buena prensa, y con el Instituto Di Tella, que era próximo al desarrollismo. Pero tampoco podría fundamentar este prejuicio sobre Germani en su propio trabajo. 

Esto cambió por una vía inesperada: leyendo materiales sobre la historia valenciana, encontré referencias y citas a investigaciones de un Halperin Donghi, que resultó ser él mismo: su tesis de graduación de la carrera de Historia de la Universidad de Buenos Aires en 1954 la hizo documentándose en archivos españoles, particularmente valencianos. Y su trabajo fue lo suficientemente riguroso como para merecer ser tomado en cuenta por muchos otros trabajos de historiadores españoles en general y valencianos en particular. Según leo, en esa época (primeros años cincuenta del siglo xx), recibió clases de José Luis Romero y Claudio Sanchez Albornoz, y estudió en la École Pratique des Hautes Études con Fernand Braudel. Su tesis sobre los moriscos en el Reino de Valencia fue publicada en Buenos Aires en 1955, y en 1980 por el Instituto "Alfons el Magnánim" y la Diputación de Valencia.

Revisando un inventario de su trabajo, veo que su obra enfoca especialmente tres temas vinculados: la historia argentina, la historia sudamericana en sus conexiones, y la historia de la relación de España con América, particularmente con Argentina. 

Su vida personal sigue la ruta de tantos otros intelectuales argentinos: enfrentado al peronismo, reconocido por su oposición; cargos en los períodos tranquilos de Argentina, emigrado en épocas de dictaduras militares. Como muchos otros, expatriado a Estados Unidos o Europa, con largos tramos de su actividad desarrollados en otro país. 

Trataré de recuperar su obra, según veo no republicada en los últimos años, al menos algunos de sus libros más importantes.


miércoles, noviembre 27, 2024

Idiotez, silencio y colaboracionismo de izquierdas

María Matienzo Puerto, escritora cubana, comenta acerca de la indiferencia y desconfianza recibida por parte de grupos feministas no cubanos, a raíz de un reciente encuentro en Costa Rica:

Hablamos (...) sobre la hegemonía del discurso de la Revolución cubana como una experiencia victoriosa sin que se cuestione esta idea; también sobre la complicidad de algunos grupos feministas con el régimen socialista y la relativización del tema de los derechos humanos cuando se trata de denunciar las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias, el acoso y la persecución que viven tantos cubanos y cubanas.

(...) Después de las manifestaciones del 11 de julio de 2021, Cuba debió terminar de desmoronarse en el imaginario socialista de la izquierda latinoamericana, aferrada al Fidel Castro que vibraba en las montañas militarizando la región, pero no pasó. Si bien la ola represiva propició el acercamiento de algunos grupos sindicalistas y feministas a la sociedad civil independiente cubana para interesarse, no entendieron lo que había ocurrido. Les resultó más cómodo seguir pensando desde conceptos viejos como los de la “burguesía” de derecha que vive y manipula desde Miami. La realidad es que los cubanos no solo emigramos a Estados Unidos; tampoco salimos de la isla a hacer turismo, huimos de la miseria. Pareciera que acceder a servicios básicos –la salud, la vivienda, la electricidad, el agua potable u otros beneficios de la vida contemporánea– no forma parte de nuestros destinos y cualquier reclamación significa ser de derechas.

La solidaridad de estos grupos estuvo condicionada a la aceptación del mismo fantasma que recorrió Europa del Este el siglo pasado, el que dejamos entrar en la isla y nos ha llevado a vivir un infierno: el comunismo. Las más de 1,600 personas detenidas, torturadas y golpeadas a raíz de las protestas del 2021 parecían una invención nuestra. Nos preguntaron acerca del carácter pacífico o la filiación política de los manifestantes, como si hubiera una forma “adecuada” de protestar (...)

(...)  En el encuentro de Costa Rica tuvimos que vadear los mismos escollos con los mismos argumentos: “eso no es socialismo”, “eso no es izquierda”, “ el socialismo aún no se ha materializado”. Ahora bien, si Cuba no es todo “eso”, ¿entonces qué es? No solo las cubanas sino también las venezolanas chocamos contra un muro de contención ante las vivencias que contamos. Hacerse la pregunta de qué hacemos las feministas a las que el socialismo nos ha arruinado la vida nunca dejará de ser crucial para quienes lo hemos vivido. Deslegitimar nuestras vivencias preguntando por el papel que juega los Estados Unidos, restándole responsabilidad a dictadores de izquierda, es confirmar que la sororidad tiene color político (...)

Hablar del fracaso y de la miseria que genera la izquierda aferrada al poder es tema tabú, en especial si se menciona a Cuba. Se trata de un asunto incómodo porque saca de la zona de confort a muchas feministas al deconstruir el paraíso socialista, ese cuya expresión es La Habana, ciudad que se derrumba ¿Cómo no se puede entender que el socialismo tiene en su cuenta millones de muertes? (...)


domingo, noviembre 03, 2024

El desastre

 No sé qué decir, no sé qué se puede decir, salvo abrazar a todos los amigos, camaradas de trabajo, vecinos, que hoy están paleando barro en sus casas del sur de Valencia; a todos aquellos que se cruzaron desde la ciudad a los pueblos castigados, a colaborar como fuera posible, a todos aquellos que perdieron un familiar, o no saben dónde están.

Esta ciudad ensombrecida, hoy sólo registra sirenas de bomberos y ambulancias, y valencianos marchando al centro del desastre a ayudar en algo. Qué se puede decir. Sólo hacer

domingo, octubre 13, 2024

Finanzas a la argentina


 En un artículo de Eugenio Palopoli en Seul (Fugársela toda) describiendo la bicicleta financiera desde los 70' , se mencionan comentarios de Carlos Escudé de 2006 (Festival de licuaciones – Causas y consecuencias de la pobreza en Argentina):

Escudé recuerda a Carlos Correa, profesor suyo en la UCA y directivo de un banco extranjero, que lo convocó a él y a otros de su grupo de estudio. “Cuenta Bernardo Neustadt que pocos años más tarde se encontró con Correa, de quien era amigo, y que éste le dijo: ‘Bernardo, usted es un hombre público y no debe mostrarse en mi presencia, porque estoy por robar 40 millones de dólares’. Neustadt pensó que estaba bromeando, pero a los pocos días Correa estaba preso por alzarse con unos 35 millones de su banco. Algunos meses después Bernardo se lo encontró en Punta del Este y le espetó: ‘Así que fueron sólo 35 millones…’ y Correa contestó. “No, fueron 31. Los cuatro que restan fueron la coima que tuve que pagar para salir en libertad’”
La bicicleta financiera en una versión aséptica y acotada: Wikipedia.

La bicicleta en BBC en tiempos de Macri.

La bicicleta en Ambito Financiero, en 2022.

El concepto de bicicleta que aplica Palopoli abarca un período más amplio, que comienza en la dictadura militar de los 70, hasta hoy. A propósito de la anécdota de Escudé, la historia de Correa, en el párrafo siguiente, se completa así: Después, gozando ya de un patrimonio que aseguraba su comodidad, nuestro profesor se dedicó con éxito a los negocios en Estados Unidos.

martes, octubre 01, 2024

¿Qué joven sueña hoy con crear un sindicato?

 Jorge Fernández Diaz, en La Nación, escrito el 14 de enero de 2023, premonitorio

"Cada generación educa a la siguiente”, decía Kant. Pero me temo que no se trataba de una sentencia obvia ni sencilla: esa clase de pedagogía tiene, en verdad, menos que ver con la cabal intención de transmitir los aciertos y experiencias positivas, que con la exhibición fatal e inconsciente de sus propios errores. Cada nueva generación se forja no en la didáctica de sus mayores sino precisamente en el cuestionamiento de sus mandatos y en la consecuente rebelión contra sus lógicas. Esta antigua regla de la naturaleza humana tiene sin embargo particularidades inquietantes en un país estragado por la mala praxis. El escritor y politólogo argentino José Natanson, director de Le Monde diplomatique y representante lúcido de un progresismo internacional que sin embargo ha cometido el pecado de apañar al nacionalismo de izquierda, acaba de producir un texto bisagra. Glosarlo críticamente resulta fundamental para dar cuenta de su novedad y relevancia; señalar ciertas omisiones y secuelas puede resultar útil y necesario.

Sugiere Natanson en su artículo de portada que el kirchnerismo logró hace quince años incorporar masivamente a los jóvenes por el simple método de presentarse como contrapoder. Con la curiosidad, dicho sea de paso, de que esa facción ya tenía entonces lo que sigue teniendo ahora: casi todas las palancas y las cajas de la burocracia estatal en todos sus niveles, los principales cargos institucionales, amplio dominio territorial y un control indiscutible de las áreas económicas, gremiales, políticas y hasta judiciales, algo que le hacía soñar de hecho con volverse un régimen hegemónico y eterno. Incluso gran parte del establishment de ayer y de siempre comía de la mano de este grupo feudal con retórica progresista, que en su paso por las poltronas amasó a su vez caudalosas fortunas personales. Los lobos con piel de cordero aseguraban igualmente (lo siguen haciendo) que el poder real estaba en otro lado, y que ellos lo combatían con épica contracultural: el mito de David contra Goliat siempre rinde. Al nutrido contingente de jóvenes militantes que, hechizados por esta ficción, llegaba a la política tres lustros atrás le aplicaban la misma medicina que habían utilizado para los movimientos de derechos humanos, las organizaciones sociales y hasta para el rock nacional: tomaban el fenómeno para “cooptarlo, relanzarlo y regularlo” (sic). Cita de inmediato Natanson a su némesis, Hernán Iglesias Illa, materia gris de Cambiemos y director de la no menos interesante revista Seúl: “Parecía haber un determinismo demográfico con efectos de largo plazo –escribió Iglesias Illa sobre aquella etapa–. A Cristina le nacían los votantes y a la oposición se le morían”. La gran paradoja que anuncia José Natanson es que el crecimiento de esa misma generación –hoy más veterana, ya sentada a la mesa de las grandes decisiones y responsable visible de la gestión total– no solo no ha conseguido obturar esta flamante hemorragia que lo aqueja, sino que por el contrario ha logrado acelerarla: los nuevos jóvenes se alejan en estampida del proyecto “nacional y popular”. Para estos veinteañeros, la juventud kirchnerista “es un dato del paisaje, un mueble que siempre estuvo ahí”, y por lo tanto, un factor esencial del “fracaso colectivo”. El peronismo ya no puede interpelar políticamente a los jóvenes, arriesga Natanson. Y da una explicación aguda acerca de este viraje: la revolución tecnológica ha tocado a los jóvenes de todos los estratos sociales; servicios de reparto y apps de transporte, empleos a comisión (telemarketing), pequeños emprendimientos comerciales a partir del marketing digital y las campañas en redes, especulación en criptomonedas, pequeñas empresas familiares, monetización de influencers y diferentes expresiones artísticas populares basadas en el talento individual y en el uso del teléfono, esa herramienta mágica que puede llevarte al éxito en casi cualquier ramo. “Se trata –añade el politólogo– de la búsqueda de ingresos por vías no tradicionales en un contexto de creciente digitalización de las relaciones sociales y laborales”. Esas iniciativas son sostenidas por ideas de libertad, pequeña propiedad, flexibilidad horaria, creatividad y emprendorismo. Y van, por lo tanto, contra la demonización de la meritocracia, el progreso y la superación personal; a esa población naciente el Estado no la protege, sino que la vampiriza y le pone trabas. Es la dinámica propia de esa novísima clase social lo que va induciendo un giro ultraliberal o libertario, y no la prédica de ningún líder ideológico. “¿Qué les dice el peronismo a los jóvenes que dedican sus horas a los mil rebusques del comercio electrónico? –inquiere el autor, poniendo el dedo en la llaga–. ¿Qué tiene para ofrecerle a un venezolano recién llegado que baja la aplicación de Uber y empieza a manejar? ¿Y a quien puso un pequeño negocio y le teme a la AFIP más que al Covid? ¿Cuál es su propuesta? ¿Que organicen una cooperativa, marchen a la Plaza de Mayo, formen un sindicato? ¿Qué joven sueña hoy con crear un sindicato?”.

En este dossier Le Monde diplomatique suma dos reveladores estudios que indagan las razones de por qué “el malestar y la rabia también parecen haber cambiado de signo”, y acerca de cómo Javier Milei “logra adhesiones entre los jóvenes con bajas calificaciones educativas y una inserción laboral precaria”. Esta producción periodística e intelectual, que posee tantos méritos, escamotea no obstante un asunto de fondo. No solo la cultura camporista se volvió rápidamente vieja por los avances tecnológicos globales y por las nuevas sociológicas resultantes, sino también por su modelo de estatismo con Estado fundido, su capitalismo de amigos, su inocultable megacorrupción, su ostensible imagen de renovada oligarquía con escalafón público y privilegios, su regulación asfixiante de la vida, su gendarmería discursiva y su multiplicación de cepos. La Argentina, como resultado de ese modelo, es una catástrofe: registra una las mayores inflaciones del planeta, un cincuenta por ciento de pobreza real, una inversión paupérrima, una recesión interminable y consecuencias extremadamente graves por su lumpenización: narco enquistado e indomable e inseguridad desbordada. Los jóvenes no buscan una salida por izquierda, porque asumen que la mentira es la verdad –los kirchneristas ya ocupan y bloquean ese flanco–, y huyen entonces en sentido contrario: no hacia el centro, sino a los márgenes más disruptivos de la derecha, allí donde tampoco se cree demasiado en las instituciones. El kirchnerismo, que manchó todas las causas nobles, también quemó la palabra “izquierda”, que quedó cristalizada como la gran culpable de estas dos décadas perdidas. Ya no resulta tan asombroso que este sector social ascendente, que no se encuadra ni se mueve como manada, y que encarna un “anarcocapitalismo”, defina en parte las cruciales elecciones de este año, y que lo haga quizá sin importarle un bledo que pueda fragmentar con su voto testimonial el campo republicano y volver así inesperadamente competitivo a un kirchnerismo en picada: gran favor a los mandarines a quien tanto detestan. También es impresionante verificar que cuando el revisionismo en términos conceptuales y como literatura de resistencia se convierte por fin en historia oficial, emerge con fuerza irrefrenable una nueva contrahistoria. Que la obsesión estatista engendra un furioso libre mercado, que las psicopatías colectivistas despiertan el individualismo, que la imposición hasta el extremo y el ridículo de lo “políticamente correcto” promueve una reacción tradicionalista, que la apología de la mano fofa conduce a una política de mano dura y que la malversación del vocablo “democracia” produce un peligroso desprecio por ella en esta dinámica pendular que adoptan las naciones polarizadas. Labra este “progresismo” autoritario y soberbio, con sus tics absurdos y su fracaso estrepitoso, el conservadurismo populista más áspero y duro: la izquierda engorda a la derecha, como en su momento el Consenso de Washington despertó al monstruo bolivariano.

 Los subrayados son de Fernández Díaz.

lunes, septiembre 30, 2024

Emigrados

Tiempo atrás leí en Seul el recuerdo de Catalina Fisch Klein, sobrina de uno de los argentinos muertos en el atentado de las torres gemelas. Su testimonio me devolvió a ese día, que pasamos pegados a las radios y los televisores. Nos enteramos temprano, de manera confusa, cuando se hablaba todavía de un accidente de un helicóptero, hasta que vimos el segundo avión estrellándose ante nuestros ojos en la otra torre. En esa época, todo fueron malas noticias entre nosotros, en la familia: en pocos meses, todos los hermanos de mi esposa partieron con sus hijos a Estados Unidos, mientras nosotros afrontábamos una calamidad tras otra. Finalmente, poco tiempo después, también nosotros salimos hacia Chile, donde había trabajado en algún momento, y llegué con el trabajo resuelto. Habiamos comenzado el siglo con buenas posibilidades, y en poco tiempo todo pareció derrumbarse. Fuimos testigos de la caída del gobierno de De la  Rua, y de las sucesivas presidencias  en Argentina: años de pesadilla. Los tres años que vivimos en Chile le dieron tranquilidad a mis hijos, que pasaron su adolescencia apartados de las desgracias al otro lado de la cordillera. Pasó tiempo hasta que asentáramos ese fin de época.

Ese once de septiembre cambiaron muchas historias. Si bien Guillermo Chalcoff, el recordado, ya había emprendido su truncado peregrinaje a otro país, en ese tiempo no sólo su familia, sino muchos otros argentinos comenzaron una diáspora que no se ha detenido: también en Israel escucho las voces de quienes a veces entrevistan, y reconozco su acento, y estoy seguro de que no hace muchos años que emigraron. Las palabras de Catalina me retraen a un mundo que ya no existe, o que al menos yo, como otros que partieron, ya no veremos: hábitos, pensamientos, relaciones familiares y de amistad que se recrearán de nuevas maneras bajo otros cielos.

viernes, septiembre 20, 2024

Un mundo desaparece


Mercedes García-Arenal, en un buen análisis de tres libros sobre la diáspora morisca y judía posterior a los decretos de expulsión de España. Dos de estos libros son escritos por emigrados, expulsados, entre el siglo XVI y XVII. García-Arenal comenta así uno de los escritos (Tratado de los dos caminos, Siglo XVII, anónimo):

La obra comienza con unas interesantísimas páginas en las que el autor interpreta la expulsión en clave providencialista, como una liberación que Dios concede a su pueblo amado (Felipe III es el faraón que pone fin al cautiverio en Egipto) y en las que describe su llegada a Túnez y la buena acogida de la que fueron objeto los moriscos por parte de las autoridades políticas y religiosas de la Regencia Turca de Túnez, además de especificar su intención al escribir la obra cuando ya han pasado varias décadas desde su llegada a la nueva tierra: hacer un legado de todo lo que él sabe, de todo lo que él es, porque él es un ejemplar de un tipo de hombres que ya está desapareciendo, de un mundo al que ya no pertenece nadie. No quiere que se olviden las cosas que él tiene en la memoria, «pues mientras vivían los que venimos, no se olvidaban, pero ya con el discurso del tiempo que se van acabando, lo refiero para los que han nacido acá lo sepan de mí y de los pocos que quedan».

Y un poco más adelante:

Ambas obras reseñadas eran ya bien conocidas pero se editan ahora en su integridad por primera vez: son páginas profundamente personales, anónimas, que reflejan una trayectoria vital y un peregrinaje cultural e intelectual. Ambas dan testimonio de un mundo que se acaba: el Mancebo de Arévalo se reúne con ancianos que aún vivieron en el antiguo reino islámico de Granada y con aragoneses musulmanes que habían vivido los tiempos del mudejarismo. El segundo autor escribe en Túnez cuando se acaba el mundo morisco, es decir, cuando los hijos de los exiliados se integran en la sociedad tunecina y olvidan el país y la lengua de sus padres. Ambas son obras de una extraordinaria riqueza al tiempo que un punto enigmáticas, crípticas, a la vez un itinerario espiritual y un compendio de conocimientos que desea transmitirse a los que vienen detrás y que pertenecerán, ya indefectiblemente, a un mundo nuevo.

La sociedad musulmana, que en su inicio impuso otra cultura, otro pensamiento, otra convivencia, en su apogeo desplazó y -en su zona de dominio- prácticamente extinguió, al menos en la vida pública, la sociedad preexistente, una que evolucionaba desde su historia romana, a una unificación visigoda. También entonces, al menos allí donde la invasión musulmana se consolidó, una sociedad se extinguió, al punto de perder la lengua y la religión. La diferencia consistió en que la sociedad originaria todavía no llamada española, entre el siglo XI y el siglo XII, fue reduciendo la dominación mora hasta acotarla a sólo el reino tributario de Granada. Su caída anticipó la aniquilación de esa historia. En dos siglos más, la visión del mundo oriental se fue definitivamente, y la diáspora fue inexorable. 

Han pasado "sólo" cuatrocientos años, sin embargo. La sociedad española y europea afronta nuevas viejas inquietudes, en la otra orilla del Mediterráneo.

miércoles, septiembre 11, 2024

Las palabras y las cosas


Daniel Delisau, en Letras Libres, comenta las ideas de Alexei Yurchak sobre la caída de la Unión Soviética, expresadas en la nueva versión de su libro Todo era para siempre hasta que dejó de existir. Aunque no hay en su comentario referencias a la Rusia actual de Putin (Escrito en 2005 y reescrito en 2014, estimo que la edición de Siglo XXI está basada en la versión de 2014, alcanzando a lo sumo a la ocupación de Crimea), sin duda es muy interesante extender el análisis a la evolución actual del país.

Dice Delisau:

La pregunta fundamental de Yurchak es "cómo fue posible que el grueso de la población soviética encontrase perfectamente lógica la espectacular desaparición de su país pese a que desde la infancia se les había inculcado que duraría para siempre".

Según Yurchak, la principal paradoja de la ideología soviética fue que siempre trató de conseguir la liberación material y espiritual de la humanidad mediante métodos represivos. Durante mucho tiempo esta contradicción se disimuló gracias a que Lenin y Stalin se situaron fuera del campo del discurso ideológico y desde esa posición de autoridad hicieron constantes comentarios públicos que en la práctica suponían ajustes de ese discurso. A partir de los años 60, tras la muerte de Stalin, la conversación pública se vio inmersa en un proceso que el autor llama en su ensayo “hipernormalización”. Ante el miedo a que cualquier innovación discursiva fuese percibida como una desviación, en todos los ámbitos de la sociedad hasta los eventos contemporáneos pasaron a ser descritos simplemente como la confirmación de hechos previamente establecidos.  

A partir de ese momento, en el socialismo tardío fue más importante reproducir rituales y formar parte de todo tipo de instituciones que prestar atención a su contenido. Primeramente porque no participar en absoluto podía ser problemático, pero más importante aún porque hacerlo abría muchas puertas, de manera totalmente imprevista por las autoridades, a nuevas ocupaciones, relaciones y formas de desarrollar la creatividad y vidas con sentido. Los miembros del Komsomol (la organización juvenil del partido comunista) veían la asfixiante burocracia como algo en lo que había que invertir solo el mínimo esfuerzo si esto les permitía organizar actividades interesantes, otros jóvenes se unían a clubes de ajedrez o arqueología porque en ellos se podía hablar de lo que verdaderamente les interesaba, los músicos no oficiales como Víktor Tsoi buscaban trabajo como técnicos de calderas (uno de los peor pagados) en edificios de viviendas porque la gran cantidad de tiempo libre que les dejaba les permitía dedicarse a la creación artística.

Esta dualidad de ritos y actividades reales pudiera extenderla a la Argentina peronista y a España, particularmente al PSOE, y diría que reflexionar sobre aquella doble vida soviética da mucha luz sobre nuestra vida actual y futura. Un partido cohesionado por la necesidad de no apartarse del sinuoso camino de su dirección, que sería muy distinto en el momento en que no hubiera cargos que repartir. En el caso de Argentina, ese proceso está en desarrollo, y estamos en espera de su evolución.

Volviendo a Delisau:

Con el paso de los años, poco a poco y sin que prácticamente el grueso de la población se diera cuenta, la consecuencia de participar en los rituales de la vida soviética fue que la gente se fue desligando de su contenido, y cuando finalmente el régimen desaparició muchas personas se dieron cuenta de que hacía bastante tiempo que habían estado llevando vidas distintas a las que ideológicamente deberían haber llevado, y por eso la caída de la URSS, más allá del estupor inicial, resultaba lógica.
Finalmente, dice Delisau: 

(...)en nuestro imaginario la resistencia se opone a la opresión, la represión a la libertad, el estado a la gente, la cultura oficial a la contracultura, la verdad a la mentira y un largo etcétera. Reconociendo que el régimen soviético tardío era terrible, Yurchak sostiene que era más complejo que todo lo anterior sin negar los hechos. La realidad es que el grueso de la sociedad de los años 60 en adelante creía sinceramente en los ideales soviéticos de liberación, solidaridad e igualdad pero dándoles una interpretación personal que no necesariamente concordaba con la política oficial. Ejemplo de esto es que en la URSS también existía una visión imaginaria de nuestra cultura, en la que los jóvenes reinterpretaban la música rock y la estética occidentales hasta hacerlas compatibles con los valores soviéticos que les habían sido inculcados.

En general, los estratos culturales de la sociedad, más que profundamente reprimidos por las autoridades o anestesiados por una propaganda que les impedía ver la verdad, principalmente estaban interesados en otro tipo de verdad. Yurchak cita al escritor Serguéi Doblátov cuando en un texto este dice que, según Niels Bohr, existen las verdades claras y las verdades profundas, y que mientras que a una verdad clara se le opone una mentira a una verdad profunda se le opone otra verdad profunda. La aparente falta de crítica en la vida cultural y educativa soviéticas se explica por la decisión consciente de parte de sus miembros de que evaluar el sistema como moral o inmoral y verdadero o falso parecía irrelevante, y en su lugar estos se centraban en explorar verdades sobre la naturaleza humana y problemas universales que seguirían vigentes durante mucho tiempo en el futuro, independiente de este o aquel sistema político. Olesya, una mujer que fue estudiante universitaria en los 80, le resumió esta actitud a Yurchak mejor que nadie: “cuando una persona de verdad está parada frente a ti diciendo constantemente cosas escépticas es desagradable. Esa persona espera alguna respuesta de ti, pero tú no tienes nada que decirle. No porque seas incapaz de analizar como ella, sino porque no quieres

Tal vez el gran mérito de Todo era para siempre hasta que dejó de existir sea precisamente su interés por centrar el foco en las personas comunes. Cuando en occidente tratamos de explicarnos cómo la Unión Soviética desapareció de la manera en que lo hizo naturalmente tendemos a fijar nuestra atención en las grandes figuras de la disidencia (Andréi Sájarov, Alexander Solzhenitsyn, Natalya Gorbanevskaya…). Todas ellas fueron personas excepcionales que vivieron e hicieron cosas excepcionales, pero que lamentablemente eran muy poco conocidas o vistas con indiferencia por la mayoría de la población. Su contribución a la caída del régimen fue útil y poderosa en términos simbólicos pero escasa en términos prácticos. Con su ensayo Yurchak viene a decirnos que el camino a una nueva realidad sociopolítica fue allanado en una medida significativa por millones de personas que participaron en un sistema del que progresivamente se fueron alejando porque sus intereses dejaron de estar alineados, hasta el momento en el que este cayó y entonces se dieron cuenta de que era totalmente lógico dejar de creer en él, y que de hecho a lo mejor habían dejado de hacerlo hace tiempo.
La foto, en Letras Libres.

domingo, septiembre 01, 2024

Un despistado en Taiwan


 Marcos Falcone, politólogo, es invitado por la cancillería de la República de China junto con otras personalidades y periodistas. Una visita de unos días a Taiwan, que no sé si contribuirá mucho a quitarla del aislamiento, según dice Falcone en Seúl:

Oriente ha sido siempre, para un argentino como yo, un misterio. No importa que estemos en la era de la globalización y que podamos obtener en un segundo información que antes podía requerir meses. No miro (la mayor parte de nosotros no mira) hacia Asia. No suele interesarnos. Nuestro máximo contacto cotidiano con el Lejano Oriente es el chino que hizo casi 20.000 kilómetros para instalarse en la esquina y abrir un supermercado. ¿O quizás sea un taiwanés?
Sin embargo, quizá haya que atender este comentario, al menos como parte del juego del gato chino con el ratón taiwanés:

Desde que Chiang Kai-shek se exilió con su gobierno en Taiwán en 1949, el país ha estado en un limbo jurídico internacional. Se autodenomina “República de China” porque su Estado se considera (y de hecho es) el continuador del que regía en toda China antes de la Revolución de Mao Tse Tung. Pero la superioridad numérica del gobierno del continente, que a su vez también reclama a Taiwán como parte suya, es demasiado abrumadora y ha conducido a un aislamiento inédito para un país si se considera su propio tamaño. Sólo una decena de países reconoce a Taiwán, de los cuales los más importantes son Paraguay y Guatemala: en países como el nuestro, Taipei mantiene “oficinas de representación” que son indistinguibles de embajadas, con la excepción de que no tienen reconocimiento oficial.

En realidad, el participante paraguayo de esta delegación dice que todo es una farsa, que no existe tensión real entre China y Taiwán. Que cuando Paraguay quiso romper con Taiwán y establecer relaciones con China (un negocio que hubiera sido seguramente más lucrativo) el país recibió una negativa porque entre Pekín y Taipei no se quitan aliados. Que no puede hablarse de “guerra inminente” ni nada de eso en un contexto donde el principal socio comercial de Taiwán es efectivamente China, y donde un millón de taiwaneses viven en el continente mientras trabajan para un capital que proviene de la propia isla. Quizás, entonces, la tensión en la que viven los taiwaneses sea relativa. No hay forma de saberlo.

 Un poco más sobre Taiwan hoy, en esta nota de la BBC, hace un año.

La foto, "Taipei vista desde Monte Elefante", By Tzuhsun Hsu - https://www.flickr.com/photos/alberth2/51653925255/, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=112648552

El revés

 Un artículo sobre las mujeres en la oposición al régimen gobernante en Venezuela, me hizo caer en la cuenta de que no se oyen reclamos del feminismo español. Bueno, como tampoco sucede en el caso de las mujeres cubanas. O por lo menos, si existen, no se oyen. O no se distinguen del silencio cínico del PSOE, o del "mediador"  silencio criminal de Rodríguez Zapatero. En fin, ese silencio es un aspecto menor de un estado de cosas que no hubiera imaginado que algún día se alcanzara en España.

domingo, agosto 18, 2024

La crueldad de los delirantes y los tiranos


 Manuel M. Novillo, en Seul:

(Comentando a Solzhenitzyn y su Archipielago Gulag)

No hay enigma en la Unión Soviética. Es simplemente lo que ocurre cuando los delirantes, ayudados por los aterrorizados y los oportunistas, imponen sus ideas en la compleja realidad: el resultado es la crueldad. Siempre esperamos que haya una explicación más mistificadora para ella, pero no la hay. En la Unión Soviética no hay ningún enigma; sólo hay que contar las historias y dar la información. 

¿No está pasando lo mismo ahora?

El libro es minucioso porque intenta pelear contra la mentira contra el olvido. Lo olvidamos todo, dice. Si no nos dicen y nos machacan con la propaganda, nos olvidamos. Olvidamos que los primeros años de la Revolución ya nos repugnaban. Olvidamos que ganar la guerra fue el más terrible de los suplicios por culpa de este régimen.  Y ahora, a pesar de que todos vimos y sufrimos hechos horrendos, cedemos ante la propaganda del régimen. Festejamos, o aceptamos en algún lugar de nuestras mentes, que las cabezas de la Unión Soviética sí eran los padres y hacían un bien y, por eso, la Revolución es una fecha patria y la victoria en la guerra también. 

Yo mismo siento la fuerza del olvido mientras cruzo sus páginas. No puedo retener todos los nombres, no puedo quedarme con todas las historias. Se me escapan. Las tandas de presos comidos por el sistema, cada una con su historia particular, los vlasovistas, los eseristas, los miembros de cualquier religión. Las formas de torturarlos se van. Paso de largo pobres fusilados.    Solzhenitsyn lo sabe, sabe de los límites de su trabajo, sabe que vamos a olvidar. Por eso esta escena es una de las más conmovedoras (y autoconscientes): 

Una familia que conozco, en la que hay varios antiguos zeks, observa el siguiente rito: cada 5 de marzo, el día que murió el Asesino Supremo, ponen sobre las mesas las fotografías de quienes fueron fusilados o cayeron en los campos. Son unas cuantas docenas, tanto como han podido reunir. Y el día entero reina en la casa un ambiente solemne: a veces recuerda un templo, a veces un museo. Suena música fúnebre. Vienen los amigos, contemplan las fotografías, guardan silencio, escuchan, conversan en voz baja; se van sin despedirse.

Archipiélago Gulag nos habla sobre hoy. Habla sobre la crueldad que los delirantes y los tiranos, como los chavistas de Venezuela,  Putin o Irán pueden estar infringiendo sobre sus conciudadanos en este mismo momento y del terrible sistema que sostiene a regímenes así. Que este libro empuje a otros, disidentes de otras naciones y otros siglos, a escribirlo una vez más.

 La crueldad de los delirantes y los tiranos...y el cinismo de los que sacan ventaja.

La foto: De Bert Verhoeff para Anefo - [1] Dutch National Archives, The Hague, Fotocollectie Algemeen Nederlands Persbureau (ANEFO), 1945-1989, Nummer toegang 2.24.01.05 Bestanddeelnummer 927-0019, CC0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29177274

jueves, agosto 15, 2024

El cambio tarda centurias

Arturo Pérez Reverte, en Zenda, acerca del cambio social, religioso y cultural que vive Europa

"Estoy en la terraza de un café de una ciudad del norte de Italia, y en media hora veo pasar a una docena de mujeres musulmanas con el rostro cubierto a excepción de los ojos. Unas llevan a niños de la mano y otras carritos de la compra, y viéndolas pienso en la fría fatalidad de la Historia, en que la transformación geopolítica de Europa viene hoy en patera, y en que las oleadas de inmigrantes son un irreversible factor de civilización. De un nuevo mundo que en nada se parece al otro. Pero, concluyo, advertirlo cuando se tiene una edad y una biblioteca no es dramático, ni terrible. La Historia está hecha de civilizaciones colapsadas, y no siempre se tiene el privilegio de asistir al ocaso de una".

En Zenda, ‘Oikofobia’: odiar la casa donde vives.

Una visión más optimista, en Martín Gurri. Merece su tiempo aparte.