Abordar un libro de un autor extranjero crecientemente me incomoda, especialmente cuando se trata de una obra literaria (en material técnico el problema es bastante menor). Me pregunto en esos casos si el traductor ha respetado la intención del autor, y si ha conseguido reflejarlo, si puso esfuerzo o su traducción fue una tarea de oficina, a tanto por página. Cuando una página no transcurre como esperaría, me pregunto si es obra del autor o del traductor. Me ha pasado en algún caso de abandonar la lectura y buscar otras traducciones. Esto ha significado que asuma el trabajo de tratar de averiguar sobre la pericia del traductor. En fin, que tratándose de un autor que escribe en otra lengua, trato de averiguar cómo se llegó a la edición, por esta razón, y por otras propias de la tarea de preparación y publicación. En el caso de la poesía, esto es aún peor, y prácticamente renuncio a leer autores no hispanohablantes. En la medida en que medianamente puedo manejarme razonablemente con el inglés y el italiano, trato de leer estos autores en su lengua, para al menos ver la letra estampada del autor, y hacerme una idea de cuál era su habla, su vocabulario, su cadencia. Limitadamente, porque el problema del traductor no desaparece, lo represento en mi propia lectura. Traduttore, traditore.
Lo digo a propósito de la traducción de Ser y Tiempo de Martin Heidegger hecha por Jorge Eduardo Ribera, desde de la edición de 1988. La segunda hecha para la lengua castellana: la primera es de José Gaos, a partir de la edición del Fondo de Cultura Económica en 1951. Tanto Gaos como Ribera dedicaron un prólogo en sus respectivos momentos para explicar el trabajo al que se enfrentaron, y sus estrategias para resolverlo. Es notable que ambos llegan en un momento a la consideración de una estrategia similar de traducción, aunque Gaos finalmente decide un camino que no es el que inicialmente se proponía, y que es el que Ribera toma. Debo decir que varias generaciones , hasta finales del siglo XX (hasta 1996), conocieron a Ser y Tiempo de Heidegger, sólo a través de Gaos, e incluyo en esto a mi generacion.
Yendo al prólogo de Ribera, éste se pregunta primero si se justificaba una nueva versión, y concluye que sí, basado en que, si bien Gaos respeta fielmente la conversión del alemán, esto termina siendo un problema:
El problema de la traducción de Gaos estriba, mas bien, en la dificultad, a veces casi insuperable, con que se ve enfrentado el lector cuando intenta comprender el texto español. La experiencia de treinta años (...) me ha hecho ver que el texto de José Gaos es difícilmente utilizable por personas que carezcan del conocimiento de la lengua alemana. Hay en él frases de tal modo enredadas e indescifrables, que vuelven enormemente dificultosa la comprensión de un texto ya de suyo difícil de entender. Por otra parte, muchas veces Gaos traduce como términos técnicos palabras que son enteramente corrientes en alemán: el lenguaje siempre vivo y elocuente de Heidegger se convierte en una lengua rígida, hirsuta e incluso algo esotérica. La inexorable consecuencia con que Gaos mantiene a toda costa y en todos los contextos la traducción de una determinada palabra, aunque la frase española se convierta, de este modo, en un galimatías apenas comprensible, es otro de los defectos de la traducción hasta ahora existente (...).Digamos que Ribera fue un discipulo de Heidegger, y posteriormente doctorado en filosofía en Alemania, España, Chile, es decir, no propiamente un traductor. Su versión se fue construyendo como un auxilio para sus cursos durante años, hasta 1988:
En 1988, con el apoyo del Katholischer Akademischer Austauschdienst y de la fundacion Alexander von Humboldt, elaboré, en Alemania, en constante diálogo con el profesor Friedrich-Wilhemvon Herrmann, una nueva versión de mi propia traducción. Conversaciones ocasionales con el profesor Hans-Georg Gadamer y con el profesor Max Müller ayudaron a la comprensión más exacta de algunos pasajes especialmente difíciles. También debo mencionar aquí algunos encuentros con François Fèdier y con el traductor francés François Vezin, quienes tuvieron a bien examinar conmigo algunos puntos particulares del texto. El resultado de esta nueva reelaboración fue un texto muchísimo más límpido y más comprensible.
A continuación, Ribera explica lo más importante de esta y toda otra traducción:
Esta segunda versión fue sometida nuevamente a un examen riguroso, realizado esta vez en equipo. El principio que guió el trabajo de este equipo fue que la obra debía hablar en castellano, lo cual quiere decir que la fidelidad a un texto no consiste en la repetición literal de lo dicho en el original, sino, más bien, en la recreación de eso que allí está dicho, para decirlo en la forma que es propia de la lengua a la cual se lo traduce. En este sentido, una traducción es en sí misma, necesariamente, una interpretación, y no puede dejar de serlo. Si sólo se contentara con repetir literalmente lo dicho en la lengua de origen, en muchas ocasiones la traducción sería incomprensible o incluso disparatada. No se trata tan solo del hecho de que, para traducir, se debe empezar por hacer una interpretación del texto -cosa por lo demás obvia- , sino que lo que aquí afirmamos es que la traducción misma es, ya en sí, una interpretación. Con frecuencia, justamente al intentar decir en castellano lo que está dicho en alemán, se nos aclaraba el propio texto original. Era la traducción, esto es, la necesidad de decir en el propio idioma lo que estaba dicho en un idioma ajeno, lo que nos forzaba a repensar lo dicho. No el modo como estuviera dicho, sino lo dicho mismo: la cosa de la que el texto original hablaba. Cada lengua tiene sus propias posibilidades de decir las cosas,y todo el problema de la traducción estriba en aprovechar las posibilidades de la propia lengua: digo de aprovecharlas para decir lo mismo que está dicho en el original, pero de un modo diferente,del modo que corresponde al genio de la propia lengua.
Quienes fueron Gaos y Ribera: José Gaos, español, siguió el pensamiento de Heidegger desde los años 40 del siglo XX. Emigrado a México, su traducción fué madurando en sus clases de filosofía en México, hasta su primera publicación en 1951.
Jorge Eduardo Ribera, chileno, estudió y trabajó con Heidegger en Alemania, y su proyecto fue madurando en sus clases, hasta una primera edición en 1988, y una primera publicada en el mundo hispanohablante en 1996.
Nayelli Castro Ramirez, investigadora mexicana, escribió un análisis de estas dos traducciones: "El ser y el tiempo de Martin Heidegger, en la traducción de José Gaos (1951)". En su escrito se muestra el curioso hecho de que Gaos coincide con el futuro plan de Ribera, aunque no lo pone en práctica.
La edición de Trotta de 2012 de Ser y Tiempo enumera los pasos de la traducción de Ribera: La presente traducción de Ser y tiempo segunda en el mundo de habla castellana es el fruto de veintitrés años de trabajo. El traductor tuvo sus primeros contactos con Martin Heidegger en 1961, permaneciendo en estrecha relación con él. Entre 1973 y 1975 concluyó la primera versión del texto, que el propio Heidegger conoció y aprobó. En 1988 preparó una segunda versión; esta vez en reuniones semanales con el editor de Heidegger en alemán, Friedrich-Wilhelm von Herrmann, y el apoyo de Hans-Georg Gadamer y el profesor Max Müller. Finalmente, en 1991 inició una tarea de cinco años con un equipo multidisciplinario de especialistas, que daría como resultado, en 1995, la tercera y definitiva versión. Con todo, y más allá de la historia, la traducción de Ser y tiempo de Jorge Eduardo Rivera C. constituye un hito para la filosofía actual.
La editorial Trotta presenta así a Ribera: (Santiago de Chile, 1927-2017) Entre los años 1946 y 1952 realizó estudios de Filosofía y Teología en el Seminario-Escolasticado de la Congregación de los Sagrados Corazones de Valparaíso. En la década de los 60, y como becario Humboldt, se desplaza a Alemania a realizar estudios de postgrado bajo la tutela de Bernhard Welte y Eugen Fink. Posteriormente, entre los años 1966 y 1968, desarrolla una intensa colaboración filosófica con Xavier Zubiri en Madrid. En el año 1971 retoma sus estudios de Doctorado en Heidelberg bajo la tutela de Hans-Georg Gadamer, recibiendo el título de Doctor en Filosofía en el año 1973 por la misma universidad. En 1978, y nuevamente como becario Humboldt, realiza una estadía de investigación con el Prof. Heribert Mühlen de Paderborn, dedicada a una investigación teológico-filosófica sobre la experiencia de la fe. A partir de 1997, y hasta la fecha de su muerte, Rivera trabajó como Titular Adjunto en el Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En el año 2003, con ocasión de sus 75 años, se publica el libro en su honor, La filosofía como pasión.
En el año 1998 es galardonado con el premio Ateneo de Santiago por su aclamada traducción de Ser y tiempo. En el 2003 recibe el Premio al Mérito de la Universidad Andrés Bello de Santiago y el Premio a los 15 Mejores Profesores de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En 2010 es homenajeado por la Fundación Zubiri por su incesante trabajo de divulgación del pensamiento del filósofo español. En el año 2011, la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos le hace entrega, en su calidad de miembro honorífico, del “Premio Franco Volpi”, en reconocimiento a su dilatada trayectoria filosófica consagrada al pensamiento de Martin Heidegger.
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