¿Cuántos políticos sobrevivirían si el ciudadano pudiera tachar de la lista a los que no consideren aptos o válidos? A más de uno se le habrá puesto la carne de gallina al conocer las intenciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, para reformar la ley electoral porque, si el cambio se hiciera general y afectase a toda España, ¿sobrevivirían a la criba ciudadana Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy, Gaspar Llamazares, Miguel Sebastián, Leire Pajín, José Blanco o Rubalcaba?
Abrir las listas electorales es una realidad cada vez más cercana y, en el momento en que la decisión sea firme, supondrá acabar de un plumazo con la primacía de los partidos políticos. En el caso de España, ni Ferraz ni Génova tendrían ya el monopolio de dibujar a su antojo las listas electorales porque, de darse ese paso, el ciudadano tendría voto y voz.
Una puntilla a la partitocracia del PSOE y del PP
Para Florentino Portero, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, de momento la propuesta es “una reacción sana y bienintencionada. Sí servirá para dar mayor participación al ciudadano pero, si ya de por sí es difícil elegir entre quienes conocemos, más complicado será aún escoger entre auténticos desconocidos. Creo que los efectos serán limitados”.
Democracias veteranas como la de Estados Unidos y Reino Unido utilizan el sistema de listas abiertas unipersonales, pero actualmente en España sería imposible aplicarlo porque chocaría frontalmente con la Constitución. La opción que encaja con la Carta Magna es la de los distritos o las circunscripciones plurinominales y, según explica Florentino Pérez, “al menos equilibraría la situación que viene produciéndose en la historia de nuestra democracia, acabaría con esa partitocracia absoluta de un PSOE y un PP demasiado poderosos que impiden llegar al que vale por su formación y su experiencia, porque premian y promueven a los leales. Ahora mismo, la lista con la que se encuentra el ciudadano cuando va a votar es una lista en la que están, no los mejores, sino los amigos o los fieles de Zapatero o Rajoy”.
“El que esté que se lo curre”La periodista Carmen Tomás lo dice sin pelos en la lengua, “el que esté, que se lo curre, queremos políticos preparados, así que si son corruptos fuera, ¡a tachar! ¿Qué no están preparados? Pues que se vayan a otro sitio a trabajar, tiene que ser gente que se lo trabaje. La verdadera democracia no es de los partidos ni de los militantes, sino del ciudadano, y es hora de empezar a exigir listas abiertas y que los políticos respondan ante sus electores directos y no ante el partido”.
Tomás tiene claro que ha llegado la hora de que el político se lo gane y, si la periodista tuviese que votar ya con las listas abiertas, “no sobreviviría ni Leire Pajín, ni Tomás Gómez, ni gente como Pedro Castro o Bibiana Aído. Del PP tacharía a Ignacio Uriarte y a Beatriz Rodríguez Salmones y de IU a Gaspar Llamazares”.
El fin del “hablo de lo que me conviene”
Ya apuntábamos que el primer cambio para los partidos sería perder cierta cuota de poder pero, ¿y para los políticos? El nuevo sistema supondría una auténtica revolución: las listas abiertas serían para ellos una cuestión de supervivencia porque, al margen de simpatías, don de gentes y poder mediático, el ciudadano tendría la oportunidad de juzgar directamente su trabajo y su esfuerzo. Basta con imaginar a cuántos tacharían algunos de los votantes si lo que se valorase fuese la puntualidad a la hora de ir a las sesiones de control en el Congreso.
Eso no es todo: el político tendría que estar volcado con su causa hasta tal punto que incluso se vería obligado a cambiar su forma de ser, de hablar y de actuar. No podría -como lo hacen habitualmente– marcar los temas de la agenda, tendría que evitar controlar las ruedas de prensa –recientemente se han dado casos en los que ellos mismos se han hecho y se han respondido a las preguntas-, tampoco podría caer en la tentación de esquivar los asuntos más polémicos, más bien todo lo contrario, al deberse a su “público” deberá argumentarlos, meterse en la arena y, cual torero en el ruedo, decidir en qué momento dar un pase de pecho, ir por chicuelinas o abandonar los papeles para dar un natural.
Otro periodista veterano en la crónica de la actualidad política madrileña es Pedro Blasco. Sonríe al comentar que “deben estar temblando todos, porque lo de que les puedan tachar de la lista, en el fondo les afectaría a todos”. El problema para Blasco está más en otros elementos “por ejemplo, a la hora de contar los votos todo es mucho más engorroso pero el principal problema que yo veo es el de la gente. Los ciudadanos no están por la labor de investigar o preocuparse mucho de quiénes son los que se presentan. Ahora mismo los partidos les llevan las listas a casa y todavía hay ciudadanos, sobre todo los que van a estrenar alcalde en su pueblo, que no saben ni cómo es, ni cómo se llaman, y eso que en las municipales la gente está más pendiente de lo que pasa en sus pueblos, imagina en las nacionales. Si las listas fuesen abiertas el desconocimiento sería aún mucho mayor. Dicho esto, también apunto que me parece una buena propuesta la de las listas abiertas”.
Tras hacer la valoración, Blasco también saca su bolígrafo para tachar y, si en sus manos estuviese sacar de las listas a alguien del PSOE, “caería Rubalcaba, del PP, Cospedal, y de IU Cayo Lara”.
Yo borraría a…
Si hacemos encuesta de calle, que tiemblen políticos, porque entre los nombres a tachar salen de todos los partidos, signos y colores. En algunos casos hay nombres que repiten entre los encuestados. Javier (albañil) tacharía a “Pajín, la primera, luego a Sinde, menuda pirata, y no me gusta tampoco la que fue ministra del PP, Ana Pastor”. Mark Ferrer (electricista que nos da su nombre completo porque insiste en que así aparezca) afirma que “ahora mismo, no se salvaba ni uno, tacharía a todos”. No opina igual Nuria (madre de familia y abogada), a la que la costaría más borrar que votar: “Tengo claro a quiénes no borraría, por ejemplo del PSOE a gente como Joaquín Leguina, José Antonio Alonso o Trinidad Jiménez del PP. No tacharía ni por asomo a Esperanza Aguirre, a Ruiz Gallardón y ya no está, pero pondría a Rodrigo Rato”.
Al final, tanto si los borran como si los dejan, los partidos, al menos de momento, tendrán la última palabra. Claro que no estaría de más que de vez en cuando recordaran a Voltaire: “Yo conozco al pueblo: cambia en un día. Derrocha pródigamente lo mismo su odio que su amor”.
Diario de viaje, notas al azar de alguien que se dedica a la tecnología, y alguna vez (allá lejos y hace tiempo) fue un estudiante de filosofía. Aquí caerán las notas que excedan la tecnología y la educación, que es lo que en general más me ocupa...
sábado, junio 25, 2011
Rumores de cambio
Ya hemos hablado de esto. La novedad, sin embargo, es que las protestas espontáneas iniciadas durante la campaña electoral comienzan a definir mejor sus objetivos, y la democratización de la representación política es uno de los que comienza a quedar claro, y probablemente logre resultados. No es aceptable un sistema parlamentario donde podría reemplazarse el sistema de votación por la reunión a puertas cerradas de los tres o cuatro jefes de partido que a su vez eligieron a cada diputado entre cuatro caciques. La notable rebelión de los delegados de Izquierda Unida en Extremadura es una muestra directa del cambio probable, como lo fueron las internas socialistas de Madrid, contra la decisión de toda su directiva. Así ve la perspectiva María López, en El Confidencial:
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