Acabo de descubrir los escritos de Miguel Berga sobre George Orwell, leyendo su prólogo al libro El poder y la palabra, una colección de ensayos sobre política y lenguaje de Orwell (o Eric Blair, su verdadero nombre). Sobre Berga escribió un buen artículo (descubierto anoche) Juan Soto Ivars (Orwell y Auden: matar fascistas no es fácil si tienes corazón), a propósito de su libro "Cuando la historia te quema las manos". Dos aspectos aparecen relacionados: la posición personal de Orwell/Blair y el poeta Wystan Hugh Auden, y el pensamiento crítico avanzado de Orwell.
Dice Ivars, explicando el recorrido vital de Orwell y Auden:
George Orwell tenía a un fascista encuadrado en la mirilla del fusil y el dedo en el gatillo. Había venido a España con las Brigadas Internacionales y luchaba en el frente de Aragón, junto al POUM. La causa le exigía matar a ese perro fascista, pero su objetivo hizo un gesto sencillo que lo cambió todo: se levantó y se subió los pantalones. Orwell quedó desconcertado. El militante en que lo habían convertido los acontecimientos se desvaneció. Contemplar ese acto simple, propio “de un hombre cualquiera, de alguien como yo mismo”, lo conmovió.
“Aquella señal inequívoca de que estaba apuntando al prójimo le detuvo”, reflexiona Miquel Berga. La anécdota está en una de las páginas más hermosas del 'Homenaje a Cataluña' de Orwell. Aunque el autor había vendido menos de 1.500 ejemplares en el momento de su muerte, el libro se convertiría en un superventas póstumo y un documento histórico de extraordinaria relevancia para desentrañar los crímenes cainitas de la izquierda catalana durante la guerra. W. H. Auden, que también viajó a España, utilizaría esta anécdota como una prueba de que en el ateo Orwell se escondía un buen cristiano.
Es Miquel Berga quien entrecruza las vidas de ambos escritores en un libro excepcional que dialoga con nuestra guerra pasada y nuestras batallas culturales presentes: 'Cuando la historia te quema en las manos' (Tusquets). Recibe el título de un verso de Auden, en quien Berga ha logrado representar con sutileza la figura del intelectual hipersensible aplastado por la fuerza de la propaganda, cegado por la antorcha de la historia y sordo por el canto atronador de los ideales. Orwell y Auden harían caminos distintos para alejarse de las justificaciones ideológicas del asesinato.
El poeta, que había alcanzado la celebridad en el Reino Unido, viajó a la guerra española en la misma oleada de brigadistas internacionales que Orwell. Los escritores antifascistas tenían que aparcar la pluma para agarrar el fusil, de acuerdo con la orden escrita en verso por Mayakovski. La idea de Auden era evitar el fusil en la medida de lo posible y conducir una ambulancia, pero no hizo ni una cosa ni la otra. Tras su llegada a Cataluña se mantuvo alejado del frente, impresionado por el rumor lejano de las bombas, y todo lo que hizo por la causa fue escribir un poema: 'Spain'.
El estudio de Berga sobre 'Spain' y la resaca de Auden es esclarecedor. El poema está escrito por un genio que aparca su sentido crítico y acalla sus contradicciones bajo una tonelada de entusiasmo impostado. 'Spain' recuerda a los poemas propagandísticos de la URSS. Está redactado con el mismo vigor y contiene un verso que justifica los asesinatos en nombre de la causa. Auden, cuya personalidad se había construido sobre unos valores cristianos, tuvo que ocultarse a sí mismo lo que había visto en España, iglesias cerradas o quemadas, para escribirlo. No tardaría mucho tiempo en repudiarlo.
Orwell participó del espíritu entusiasta del poema de Auden con su propio cuerpo, pero no con sus escritos, que le llevarían a la verdad. Años más tarde criticó el poema de Auden y atribuyó ese verso que justifica el asesinato al hecho de que el poeta no se había acercado suficiente a la verdadera guerra. El prosista, que vivió en las condiciones más duras del frente de Aragón, presenció también los horrores de las purgas. Con el asesinato de Andrés Nin comprobó que la paranoia estalinista llegaba muy lejos de Moscú. Su periplo terminaría con un tiro en el cuello y la huida de Barcelona tras las órdenes para perseguir al POUM.
Y dice Miguel Berga, en el prólogo de "El poder y la palabra", para mostrar el camino intelectual crítico de Orwell :
Las peculiares relaciones de Orwell con la verdad se iniciaron, efectivamente, en España. Poco después de salir (en realidad, de escapar) de nuestro país ante la infame persecusión estalinista de militantes del POUM, un dolido y furioso Orwell escribía, al llegar a inglaterra, sus primeras impresiones sobre lo que estaba pasando en la Barcelona de 1937. El primer ensayo que se incluye en este volumen (Descubriendo el pastel español) empieza con esta elocuente afirmación:<<Es probable que la guerra española haya producido una cosecha de mentiras más abundante que cualquier otro suceso desde la Gran Guerra de 1914-1918>>. Entre otras, Orwell podía contabilizar las mentiras fabricadas sobre el POUM que ya se habían cobrado un trofeo: el martirio y asesinato de Andrés Nin a manos de agentes soviéticos. Stalin no iba a pasar por alto que aquel pequeño partido marxista hubiese osado criticar los juicios espectáculo de Moscú y las purgas a los dirigentes revolucionarios del Octubre del 17. El POUM fue estigmatizado rápidamente como partido <<trotskista>>, la etiqueta que daba licencia para los asesinatos <<necesarios>>, aunque en este caso la denominación hubiera dejado atónito al propio Trotski, quien mantenía serias y conocidas divergencias políticas con Nin. El camarada Stalin no era dado a ponerse exquisito por una mentira de más cuando se trataba, repito, de asesinatos <<necesarios>>.
Para Orwell, con la guerra de España empezó todo, o casi todo. Aunque podríamos decirlo con paradoja orwelliana y afirmar, al mismo tiempo, que allí acabó todo. Así se desprende de un revelador fragmento del ensayo que escribió años después rememorando su experiencia española. En <<Recuerdos de la guerra de España>> (1942) escribe:
Recuerdo haberle dicho alguna vez a Arthur Koestler que <<la historia se detuvo en 1936>>, ante lo cual él asintió, comprendiéndolo de inmediato. Ambos estábamos pensando en el totalitarismo en general, pero más particularmente en la Guerra Civil española. En mi juventud ya me dí cuenta de que los periódicos jamás informan correctamente sobre evento alguno, pero en España, por primera vez, vi reportajes periodísticos que no guardan la menor relación con los hechos, ni siquiera el tipo de relación con la realidad que se espera de las mentiras comunes y corrientes.
Vi cómo los periódicos de Londres vendían estas mentiras, y a ávidos intelectuales que construían superestructuras emocionales sustentadas en eventos que no ocurrieron jamás
Una nota final: irónicamente, Mayakovski, mencionado por Ivars como inspirador de la etapa violenta de Auden, finalmente también fue devorado por el estalinismo, y la <<verdad>> soviética.