El año pasado ví la versión cinematográfica de John Huston sobre el libro de Malcom Lowry, "Bajo el Volcán",
filmada en 1984. Conocía la novela, leída alrededor de 1970, que me dejó una impresión duradera por décadas; un recuerdo persistente de una escritura barroca, extendida, una travesía por un mundo abigarrado, amenazador, multitudinario, colorido, violento, a la sombre del
Popocatépetl, pero donde la acción sucede en la reflexion, en la caída, la culpa y el arrepentimiento, en las nieblas del alcohol. Cuando elegí la película, fue con curiosidad, por ver cómo Huston resolvía el desafío que significa poner en imágenes y en un proceso temporal de no más de dos horas esta historia. Y la respuesta fue una historia lineal, con una serie de acontecimientos bien definidos, y una visión externa de los personajes, particularmente el Cónsul, el personaje central. Muy lejos del relato y la reflexión de Lowry. Houston dirigió excelentes filmes, pero no acertó con este. Sí lo hizo poco tiempo después con la interpretación de los Dublineses, de James Joyce, donde recrea muy bien el cuento que elige. Su problema con Lowry está en la complejidad del libro. Es que es muy difícil representarlo en una historia visual.
Wikipedia refiere un reportaje de la televisión francesa a Jean-Claude Carrière, guionista habitual por años de Luis Buñuel,
donde Carrière dice que ambos rechazaron en dos ocasiones el adaptar esta novela, porque "no encontraban una
película detrás del libro". Lo mismo probablemente le sucediera a Guillermo Cabrera Infante, que también intentó llevarla al cine, escribiendo su guión, sin llegar a filmar.
Y ahora, hace unos pocos días atrás, revolviendo libros usados, dí con una edición de dos documentos de Lowry relacionados con la novela: la carta que Lowry le dirije a su editor Jonathan Cape para defender la publicación de su novela sin los cortes que pide, y la declaración notarial que hace Lowry luego de salir de Mexico, relatando la pesadilla del trámite de salida, convertida en deportación. Estos son papeles publicados por la viuda de Lowry posteriores a su muerte en 1957, y anteriores a 1971, fecha del prólogo de Jorge Semprún de la edición de estos dos documentos (El volcán, el mezcal, los comisarios, editorial Tusquet, Barcelona). Indudablemente Huston debía conocer la explicación que daba Lowry a su editor, capítulo por capítulo, y muy explícita en cuanto al alcance de la historia. Su enfoque es una decisión tomada acerca de cómo abordar su material.
El problema de la interpretación y reproducción del pensamiento y el lenguaje de Lowry lo explica muy bien Raúl Ortiz y Ortiz, quien hizo la primera traducción del libro al castellano, en 1964:
“Una de las grandes virtudes de Bajo el volcán es su
extraordinaria musicalidad. La armonía campea a lo largo del libro.
Traducirlo plantea, en ciertos casos, el problema de conservar toda la
belleza con instrumentos que no fueron elaborados para expresarla: en
inglés la resonancia de varias sílabas en una frase, oración o capítulo
es un deleite, una armonía, pero al traducirla al español hay vocablos
que producen cacofonías. Por eso necesitaba que la forma y el fondo
aspiraran a ser como la música, sin más distorsión que la necesaria para
precisar con exactitud dolor, tristeza, júbilo.”
“Los elementos, los mundos que plantea no los aprecié plenamente cuando
traté de leerla por primera vez en una traducción hecha al francés por
Clarisse Francillon. Ella captó la magnitud y la diversidad de valores
de la obra aunque no conocía muy bien el entorno mexicano —sin embargo,
no se trata de una novela sobre México: México adquiere en manos de
Lowry la categoría de símbolo del paraíso terrenal del siglo XX. Creo
que la fama literaria que ganó Lowry se le debe sobre todo a Francia,
que supo reconocer en él a un gran innovador de las formas narrativas.”
“Un traductor debe ser honesto y conocer hasta donde su inteligencia se
lo permita el idioma en que está escrito el texto original. Una vez que
maneje este recurso debe estar atento a su enemigo, la quinta columna,
que es el conocimiento cabal y perfecto del idioma que posee, al que se
está traduciendo, para evitar que la estructura de las frases se
convierta en una mera traslación. Una traducción no es sólo el
transporte de un punto a otro punto. Se nos confía la virginidad del
texto y hay que defenderlo como eunuco para que no entren los
sarracenos. “El trabajo creativo es muy ingrato, muy denso; requiere una
entrega total a la soledad y sobre todo ser fiel al armazón de tu mundo
espiritual. No creo que la obra genial sea fruto del intelecto sino
fruto de las horas nalga.”
...Los doce capítulos, las doce horas en las que transcurre el relato
—atendiendo la importancia del número doce en la cábala judía— tienen
como tema, en palabras de Lowry, “las fuerzas que moran en el interior
del hombre y que le llevan a asustarse de sí mismo; también el de la
caída del hombre, el de sus remordimientos, el de su incesante combate
hacia la luz bajo el peso del pasado. La novela puede ser leída como una
sinfonía, como una ópera o como una película de cowboys”.
Bajo el volcán transcurre en Cuaunáhuac —Cuernavaca.
“Cuaunáhuac era el terreno que necesitaba Lowry para que saliera todo su
complejo mundo, resultado de un conocimiento cultural y literario.
Todas las influencias, los periodos, la evolución de la literatura y de
la cultura inglesas están presentes allí. Su exquisita prosa es una
combinación de sonidos.
En 2019 en Mexico estaba en proceso de edición una nueva traducción de la novela, aunque no parece haber llegado a su publicación todavía. A Lowry le costó diez años escribirla, a Ortíz y Ortíz casi cuatro traducirla, una nueva traducción no tardará probablemente menos. Dice la traductora, María Vinós (1,2):
Después de años de leer y releer la obra
narrativa y las colecciones publicadas de las cartas de Malcom Lowry,
sentí que era imprescindible un nuevo esfuerzo por trasladar la novela
al español, no sólo reduciendo al mínimo la distancia respecto a la
prosa original sino conservando en lo posible su espléndida claridad, su
ritmo vertiginoso y su frecuente sentido del humor, que acompaña toda
la narración aun en sus más oscuros vuelcos. El escritor inglés, que
vivió en México en dos periodos, en 1936-1938 y en 1945-1946, sitúa los
hechos de la novela en la ciudad de Cuernavaca y sus alrededores, con lo
cual este libro —uno de los más importantes del siglo XX— es también en
cierta forma mexicano.
Bajo el volcán es un prodigio
de arquitectura narrativa, una novela total en términos de su concepción
del mundo y el encanto sostenido a través de sus doce capítulos. Su
estructura —casi fractal pero sin duda fatal— impregnada de filosofía y
humor, sugiere al lector sumar imágenes que completan y multiplican sus
formas en una prosa seductora de sintaxis larga y sinuosa, pues esta
obra maestra de Lowry es al mismo tiempo un gran poema narrativo y
filosófico. Mi traducción intenta ofrecer una lectura apegada al
original, una comprensión exacta de cada elemento sin dejar de atender
los múltiples registros de los que depende el efecto global de la
novela. El lector en español, y muy especialmente el lector mexicano
—pueblo anfitrión de estas ficciones— merece poseerlas como propias;
alcanzar este propósito ha dictado los diversos criterios seguidos
en cinco años del proceso de traducción e investigación.
Hay una delicada tensión que nuestro
idioma ejerce en el original. El germen del que brota la novela es el
malentendido entre el inglés y el español, la comprensión inexacta del
significado de las palabras y sus resonancias de una lengua a otra.
Además, la construcción del universo mexicano en que la novela sucede
—un retrato entrañable, magnífico y exacto del país y su gente—requiere
en el original del uso constante del español de México, contraste que es
imposible conservar al verter al mismo idioma el resto de la novela, al
menos en su registro original como recipiente de otredad fundamental y a
la vez de comunión humana más allá del lenguaje.
Lowry utiliza puntuación y tipografía como recursos tanto narrativos
como poéticos. He echado mano a la tipografía en versalitas para todo lo
que se traslada verbátim del libro, ya sea en el español recogido
minuciosamente por Lowry o en el inglés de los mexicanos, conservando
todas sus “imperfecciones” y variables ortográficas para transmitir,
aunque sea tipográficamente, esa tensión entre idiomas.
No toda la literatura es convertible a cine. No todo el cine es convertible a literatura.
Una palabra sobre el mundo iberoamericano y Lowry: Bajo el volcán se publica en 1947 en una edición inglesa de Jonathan Cape, y en Estados Unidos en la editora Reynal & Hitchcock. En francés se publican dos ediciones sucesivas, en 1949 y en 1950 en el Club del libro francés, traducidas por Stéphen Spriel con la colaboración de Clarisse Francillon, mencionada por Ortíz y Ortíz. La edición de 1949 cuenta con el auxilio de Lowry, que participa en la elaboración y escribe el prólogo.
En 1964 la editorial Era de Mexico publica la primera versión en castellano preparada por Raúl Ortíz y Ortíz. En 1967 Editorial Galerna publica en Argentina una edición con la traducción de Ortíz y Ortíz (esta es la que leí alrededor de 1970). En 1971 la editorial Tusquets publica las dos cartas de Lowry, que dan el plan conciente de Lowry sobre su trabajo. Y en 1981 Bruguera publica la primera versión española, con la traducción de Ortíz y Ortíz.
Esta enumeración de fechas habla del largo camino del desierto de la edición española en esa época. Semprún habla de esto en su prólogo de El volcán, el mezcal, los comisarios.
El Centro Virtual Cervantes conserva en su colección de Los Cuadernos del Norte, una excelente presentación de Lowry y su novela, escrita por Guillermo Cabrera Infante.